
Quiero mucho a Dios. Cada día más, con más fuerza y con más seguridad. Aunque generalmente no lo noto de una manera sensible, sino en la manera de reaccionar ante las cosas. Por eso necesito que de vez en cuando lo sienta, para que vea que lo único que importa es esforzarme para conservarlo y así Dios mismo purificará mi
vida.
¡Tengo tantas ganas de servirle, materialmente trabajando todo lo que sea capaz mi cuerpo […]; y espiritualmente, entregándome totalmente yo y ayudando a mis hermanas y a todas las personas que trato, para que lleguen al máximo! — Letras a un santo, 29 de junio de 1950