No tiene nada de extraño, pues, que en cada página de los evangelios se respire ya un ambiente de resurrección. La memoria se transforma aquí en fuerza de resurrección. Todo revive en el soplo de la Pascua.

Por todos los lugares por los que pasa, Jesús cura, levanta, libera, devuelve la vida. De su persona emana una fuerza de vida. Los sordos oyen, los mudos hablan, los paralíticos caminan, los muertos resucitan. Hombres y mujeres abatidos y desesperados se alzan a su paso y encuentran la alegría de la marcha.

Los evangelios evocan en varias ocasiones el movimiento poderoso y entusiasta de las muchedumbres que siguen a Jesús. Este pueblo en marcha constituye el telón de fondo del primer anuncio del reino en Galilea. — Id a Galilea, cap. 1