

La preservación de la civilización y de la cultura está íntimamente ligada a la defensa de la religión. Si los enemigos de Dios fuesen a prevalecer, habría que rehacerlo todo. Pero en el mundo moderno hay una tercera característica: la tendencia a perderse en la naturaleza.
El hombre debe mantener dos contactos estrechos para ser feliz: Uno vertical, con Dios; el otro, horizontal, con su prójimo. En la actualidad, el hombre ha interrumpido las relaciones con Dios por medio de la indiferencia y de la apatía religiosa y ha hecho pedazos las relaciones sociales, con la guerra.
Y como quiera, que sin felicidad no se puede vivir, ha tratado de compensar los contactos perdidos con una tercera dimensión de profundidad con la que espera anularse en la naturaleza.
El que antes se ufanaba de estar hecho a imagen y semejanza de Dios, comenzó a jactarse de ser el creador de sí mismo y de haber hecho finalmente a Dios a su imagen y semejanza. — Nuestra Madre, p. 9