Retomemos el canto del Salmista. Allí aparecen, dentro de la casa donde el hombre y su esposa están sentados a la mesa, los hijos que los 14 acompañan «como brotes de olivo» (Sal 128,3), es decir, llenos de energía y de vitalidad. Si los padres son como los fundamentos de la casa, los hijos son como las «piedras vivas» de la familia (cf. 1 P 2,5). Es significativo que en el Antiguo Testamento la palabra que aparece más veces después de la divina (yhwh, el «Señor») es «hijo» (ben), un vocablo que remite al verbo hebreo que significa «construir» (banah) —Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, Pag 13