

El Espíritu Santo derrama en nosotros su bondad inflamándonos en su amor; porque el amor de Dios es la fuente de todo bien. Él se nos comunica de una manera soberana.
Pero está lleno de suavidad en nosotros, cuando nos alegra con el gusto interno de su dulzura. Por eso, sobre las palabras del Salmo (104, 9): Suave es el Señor para con todos, agrega la Glosa: «pero principalmente para los que le gustan». — De humanitate Christi