

Procurad tener cada vez más en vuestro corazón el espíritu de dulzura y de tranquilidad, que es el verdadero espíritu de Jesús. (…) Os recomiendo sobre todo el espíritu de dulzura, que es el que roba los corazones y gana las almas. Hay que tener una dulzura sin límites para con el prójimo, hasta la simplicidad, y jamás utilizar la revancha con los que nos han hecho algún mal. Si perdonamos por eso alguna cosa, creed que el Señor nos recompensará muy bien –Hacia las fuentes de la alegría.