

El hombre necesita pan, pero ante todo necesita fe. Necesita bienes materiales, pero más aún necesita el rayo de luz que viene de arriba y alienta y orienta nuestra peregrinación terrena: y esa fe y esa luz, solo Cristo y su Iglesia pueden darla.
Cuando esa luz se comprende, la vida adquiere otro sentido, se ama el trabajo, se lucha con valentía y sobre todo se lucha con amor. El amor de Cristo ya prendió en esos corazones… Ellos hablarán de Jesús en todas partes y contagiarán a otras almas en el fuego del amor. —Un fuego que enciende otros fuegos. Pag, 44