Es ridículo enorgullecerse de un adorno prestado; pero la locura máxima es hacer ostentación de los dones de Dios. ¡Enorgullécete solamente de las ventajas que poseías antes de nacer! Pero todo aquello que te acaeció después de tu nacimiento, incluso tu mismo nacimiento, te lo ha dado Dios.

Solamente te pertenecen las virtudes que alcanzaste sin la ayuda de tu intelecto. Pero tu intelecto te lo ha dado Dios.

Todas las victorias que ganaste sin la cooperación de tu cuerpo, solamente esas son el resultado de tus esfuerzos. Pero tu propio cuerpo es obra de Dios y no tuya. — La escalera espiritual, vigésimo segundo escalón, punto 16