Un día, mientras estaba orando en mi habitación, tuve otra de aquellas imágenes interiores, posiblemente sugerida por el versículo bíblico que estaba reflexionando. Era como si Jesús pasara delante de mí con la misma actitud que tenía cuando regresando del Jordán se disponía a dar inicio a su predicación. Decía: Si quieres venir a ayudarme a proclamar el reino de Dios, ¡deja todo y ven! «Deja todo», quería decir la enseñanza en la universidad, todo aquello que has hecho hasta ahora. Por un momento tuve miedo de no estar preparado, porque aquel Jesús parecía que estaba decidido y tenía prisa; invitaba pero no se detenía. — El Bautismo en el Espíritu. Pag, 8