

No seremos acusados, oh hermanos, cuando nuestra alma abandone este mundo, por no haber hecho milagros, o por no haber tratado altas materias de la teología, ni tampoco por no haber alcanzado las alturas de la contemplación, sino por no habernos dolido y por no haber llorado después de haber pecado. — La Santa Escala. Pag, 66