Hagámonos a la oración. No oraciones interminables, sino oraciones breves, pero henchidas de amor. Una oración que nos una con Cristo. Abrirle el corazón. Simplemente. Simplemente, también, aceptar lo que de Él nos viene, y ofrecerle generosamente lo que nos pida, con una amplia sonrisa.

Os daréis cuenta de que es la mejor oración que podéis hacer en el seno de vuestras familias. Lo demás, no lo dudéis, lo hará Dios. Donde está Dios, allí hay amor. Y donde hay amor, hay siempre disponibilidad para el servicio — Seremos juzgados sobre el Amor, pág. 132