

El discernimiento es, por tanto, el arte de la vida espiritual en el que uno comprende cómo Dios se le comunica o, lo que es igual, cómo Dios salva, cómo actúa en uno mismo la redención en Cristo Jesús, que el Espíritu convierte en salvación para mí.
El discernimiento es aquel arte en el que se experimenta la libre adhesión a un Dios que libremente se ha entregado en mis manos en Cristo.
Es un arte en el cual mi propia realidad, la de la creación, la de las personas de mi entorno, la de mi historia personal y la historia general dejan de ser mudas y comienzan a comunicarme el amor de Dios.
No solo eso: además, el discernimiento es el arte de llegar a evitar el engaño, la ilusión, y llegar a leer y descifrar la realidad de forma verdadera, yendo más allá de los espejismos que se me puedan presentar. El discernimiento es el arte de hablar con Dios, no el de hablar con las tentaciones, ni siquiera aquellas que versan sobre Dios mismo. —Discernimiento, pág. 4