Dios nos ha dado la gracia para que seamos santos, y el ideal cristiano es consumirse en llama, fuego y acción. Consumirse por Cristo, como esas antorchas que se consumen en vuestras manos. Tomo el Evangelio, voy a San Pablo, y allí encuentro un cristianismo todo fuego, todo vida, conquistador; un cristianismo verdadero que toma a todo el hombre, rectifica toda la vida, abarca toda actividad. Es como un río de lava ardiendo, incandescente, que sale del fondo mismo de la religión. — Un fuego que enciende otros fuegos. Pag 9