

La Iglesia condena el pecado porque debe decir la verdad. Dice: «Esto es un pecado». Pero al mismo tiempo abraza al pecador que se reconoce como tal, se acerca a él, le habla de la misericordia infinita de Dios. Jesús ha perdonado incluso a aquellos que lo colgaron en la cruz y lo despreciaron. Debemos volver al Evangelio. Allí vemos que no se habla tan sólo de bienvenida o de perdón, sino que se habla de una «fiesta» para el hijo que regresa. La expresión de la misericordia es la alegría de la fiesta, que encontramos bien expresada en el Evangelio de san Lucas: «Habrá más alegría en el cielo por un pecador convertido que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión» (15, 7) — El nombre de Dios es misericordia, Pag 30