

Nosotros, por lo que nos toca, la vigilancia y oración no harán que no seamos nunca tentados o probados. La tentación es fatal; la prueba, necesaria. Empero, ¿dónde encontraremos la fortaleza de resistir?
Jesús nos lo enseña: no fiándonos de nuestra imaginación tan viva (spiritus quidem promptus est), no creyéndonos fuertes, sino, por el contrario, no perdiendo el sentimiento de nuestra debilidad (caro autem infirma).
Evitaremos el desánimo, así como el pecado, estando sobre aviso y orando. No se puede al mismo tiempo orar y pecar. El que tiene su espíritu firmemente adherido a Dios no puede rechazar el cáliz y decir al Padre a la vez: «No lo que quieres Tú…». — Simón Pedro, cap. XVII