A veces nos sentimos inclinados a hacer pequeñas niñadas. Son pequeñas obras de maravilla delante de Dios, y, mientras no se introduzca la rutina, serán desde luego esas obras fecundas, como fecundo es siempre el amor. Delante de Dios, que es eterno, tú eres un niño más chico que, delante de ti, un pequeño de dos años. Y, además de niño, eres hijo de Dios, no lo olvides. El día que ocultes algo de tu alma al Director, has dejado de ser niño, porque habrás perdido la sencillez — Camino, Pag 70.