

Tenle gran devoción a este ángel bienhechor. ¡Qué consolador es el pensamiento de que junto a nosotros hay un espíritu que, desde la cuna hasta la tumba, no nos deja ni un instante ni siquiera cuando nos atrevemos a pecar! Este espíritu celeste nos guía y nos protege como un amigo o un hermano. Es también consolador saber que este ángel reza incesantemente por nosotros, ofrece a Dios todas las buenas acciones y obras que hacemos; y nuestros pensamientos y deseos, si son puros. Por caridad, no te olvides de este compañero invisible, siempre presente y siempre pronto a escucharnos y más todavía para consolarnos. ¡Oh, feliz compañía, si supiésemos comprenderla! —San Pío de Pietrelcina y su ángel custodio. Pag, 41