

Decir que Jesús cargó con la pena del pecado no significa que cargó sólo con el castigo, sino también con algo mucho más terrible, es decir, la atribución de la misma culpa. Él ha cargado con la culpa sin haberla cometido. El hombre está hecho para la inocencia; la culpa le repugna más que cualquier otra cosa, más que el propio sufrimiento.
Nadie quiere ser culpable; si a veces alguien presume de sus culpas es porque, en realidad, antes ha invertido, por su cuenta, los valores, o ha encontrado otras justificaciones, de forma que lo que los demás consideran culpa, él lo considera mérito. Todos hemos tenido, de alguna manera, la amarga experiencia de vernos inculpados, tal vez precisamente ante la persona cuyo aprecio y cuyo afecto nos importaba, y sabemos lo que se siente en estos casos.