Devolvamos todos los bienes al Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos que todos los bienes son de Él, y démosle gracias por todos a Él, de quien proceden todos los bienes.

Y el mismo altísimo y sumo, solo Dios verdadero, tenga y a Él se le tributen y Él reciba todos los honores y reverencias, todas las alabanzas y bendiciones, todas las gracias y gloria, de quien es todo bien (cf. Lc 18,19).

Y cuando veamos u oigamos decir o hacer el mal o blasfemar contra Dios, nosotros bendigamos y hagamos bien y alabemos a Dios (cf. Rom 12,21), que es bendito por los siglos. — Escritos de San Francisco de Asís. Pag, 69