

Cristo vaga por nuestras calles en la persona de tantos pobres dolientes, enfermos, desalojados de su mísera habitación. Cristo, acurrucado bajo los puentes en la persona de tantos niños que no tienen a quien llamar padre, que carecen hace muchos años del beso de madre sobre su frente. Bajo los mesones en que venden flores, en medio de las hojas secas que caen de los árboles, allí tienen que acurrucarse tantos pobres en los cuales vive Jesús. ¡Cristo no tiene hogar! ¿No queremos dárselo nosotros los que tenemos la dicha de tener hogar confortable, comida abundante, medios para educar y asegurar el porvenir de los hijos? «Lo que hiciereis al menor de los pequeñuelos, a mí me lo hacéis», ha dicho Jesús. — Escritos de San Alberto Hurtado. Pag, 30