

No os busquéis cruces a propósito ni por culpa propia. No hay que hacer el mal para que venga el bien (Rm 3,8). No conviene, sin una inspiración especial, hacer las cosas mal para atraerse el desprecio de los hombres.
Hay que imitar, más bien, a Jesucristo, del que se dijo «todo lo ha hecho bien» (Mc 7,37), y no por amor propio o vanidad, sino por agradar a Dios y para ganar al prójimo.
Y si os dedicáis a cumplir lo mejor que podáis vuestros deberes, nos os faltarán contradicciones, persecuciones y desprecios, pues la divina Providencia os los enviará, contra vuestra voluntad y sin que lo elijáis. — Carta a los amigos de la cruz, 42