Una vez, estaba yo reflexionando sobre la Santísima Trinidad, sobre la esencia divina. Quería penetrar y conocer necesariamente, quién era este Dios… En un instante mi espíritu fue llevado como al otro mundo, vi un resplandor inaccesible y en Él como tres fuentes de claridad que no llegaba a comprender.

De este resplandor salían palabras en forma de rayos y rodeaban el cielo y la tierra. No entendí nada de ello, me entristecí mucho. De repente del mar del resplandor inaccesible, salió nuestro amado Salvador de una belleza inconcebible, con las llagas resplandecientes.

Y de aquel resplandor se oyó la voz: Quién es Dios en Su esencia, nadie lo sabrá, ni una mente angélica ni humana. Jesús me dijo: Trata de conocer a Dios a través de meditar Sus atributos. Tras un instante, Jesús trazó con la mano la señal de la cruz y desapareció. — Diario, punto 30