

La sensibilidad del alma es una cualidad que le es propia. Pero el pecado le da una bofetada a ese sentido espiritual. Cuando este sentido se despierta, cesa o disminuye el mal. Es un fruto de la conciencia. Y la conciencia es la palabra y el reproche del ángel guardián que nos fue otorgado desde el momento de nuestro bautismo. Por eso constatamos que los que no están bautizados no sienten tan intensamente, en su alma, el aguijón del remordimiento por sus malas acciones. — La Santa Escala. Pag, 144