

Hay que comprender exactamente el consejo del Salvador: Velad “y” orad, y no separar ambos medios cuya sola unión nos asegura el éxito. La vigilancia que nos señala el peligro no nos defiende por sí sola, muy al contrario, la visión clara del peligro nos haría más tímidos y más vulnerables.
También la oración por sí sola es insuficiente: esperaríamos inútilmente el auxilio del Cielo si no huimos de las malas ocasiones, si no reprimimos las malas inclinaciones de nuestra sensibilidad, si no desplegamos todas nuestras energías naturales. Velad “y” orad. Ambas obligaciones se completan y, ¿acaso por ser inseparables no las confundiría Jesús en un principio bajo esta sencilla fórmula: “Velad conmigo”? Con Él, junto a Él, la oración nos mantiene alerta y la vigilancia es una oración. — Simon Pedro, cap. XVII