

Catalina se anima a sí misma a resistir diciendo: «¿Eres acaso digna de consuelo alguno, tú, la más vil de las criaturas? ¿No te acuerdas de tus pecados? ¿Te crees algo, desventurada? Bastante será si evitas la condenación eterna sufriendo por toda la vida estas penas y tinieblas.
¿Por qué desanimarte y entristecerte? Si escapas del infierno, Jesucristo sabrá consolarte por toda una eternidad. Si has resuelto servirle, no es por gozar ahora de sus dulzuras, sino por poseerle en el cielo».
Así confundía con su humildad al príncipe del orgullo. —El Diálogo. Pag, 19