Oh, mi Jesús, Tú eres la vida de mi vida, Tú sabes bien que lo único que deseo es la gloria de Tu nombre y que las almas conozcan Tu bondad. ¿Por qué las almas Te evitan, oh Jesús?, no lo entiendo.

Oh, si pudiera dividir mi corazón en partículas mínimas y ofrecerte, oh Jesús, cada partícula como un corazón entero para compensarte, aunque parcialmente, por los corazones que no Te aman. Te amo, Jesús, con cada gota de mi sangre y la derramaría voluntariamente por Ti para darte la prueba de mi amor sincero. — Diario, 57