La cruz de Cristo en el Calvario es asimismo testimonio de la fuerza del mal contra el mismo Hijo de Dios, contra aquél que, único entre los hijos de los hombres, era por su naturaleza absolutamente inocente y libre de pecado, y cuya venida al mundo estuvo exenta de la desobediencia de Adán y de la herencia del pecado original. Y he ahí que, precisamente en Él, en Cristo, se hace justicia del pecado a precio de su sacrificio, de su obediencia « hasta la muerte », Al que estaba sin pecado, «Dios lo hizo pecado en favor nuestro» —Carta encíclica Dives in Misericordia. 30 de noviembre de 1980