

Al final de una larga vida, uno se da cuenta, por lo general, de que hay dos tipos de cosas: las que son muy buenas para ser verdad y las que son muy malas para ser verdad. El exceso se encuentra en el lado del reconocimiento, que consiste ciertamente en un tributo a los laicos que ven al sacerdote como realmente debería ser: «otro Cristo». El Señor no escoge al mejor. Yo no he sido llamado porque Dios, en su divina sabiduría, vio que podría ser mejor que otros. Incluso el amor de Dios es ciego. Conozco miles de hombres que merecen, mucho más que yo, ser sacerdotes. Con frecuencia Él elige instrumentos débiles para así manifestar su poder; de otra manera, parecería que es el barro quien hace el bien, y no el Espíritu. — Tesoro en Vasija de Barro. Pag, 7