

¡Oh misericordioso y piadoso Padre! ¿Quién frena a la naturaleza angélica para que no tome venganza del hombre, que es enemigo tuyo? La misericordia. Por ella nos concedes grandes consuelos para que nos veamos obligados a amarte, porque el corazón de la criatura está inclinado al amor —Oraciones y soliloquios en Obras completas, 496.