Jesús me manda una enfermedad incurable. Es su voluntad que humille mi soberbia ante las miserias de mi carne. Dios me envía la enfermedad. ¿No he de amar todo lo que Jesús me envíe? Beso con inmenso cariño la mano bendita de Dios que da la salud cuando quiere, y la quita cuando le place. Decía Job, que pues recibimos con alegría los bienes de Dios, ¿por qué no hemos de recibir así los males?, ¿mas acaso eso me impide amarle? No… con locura debo hacerlo. Vida de amor, he aquí mi regla… mi voto… he aquí la única razón de vivir. — Dios y mi Alma. Pag, 3