Al amar a Jesús, al amar a Cristo, también forzosamente se ama lo que Él ama. ¿Acaso no murió Jesús de amor por los hombres? Pues al transformar nuestro corazón en el de Cristo, también sentimos y notamos sus efectos… Y el más grande de todos es el amor…. el amor a la voluntad del Padre, el amor a todo el mundo, que sufre, que padece… Es el padre, el hermano lejano, sea inglés, japonés o trapense; el amor a María… En fin, ¿quién podrá comprender el Corazón de Cristo? Nadie, pero chispitas de ese Corazón hay quien las tiene, muy ocultas, muy en silencio, sin que el mundo se entere – De los escritos de San Rafael Arnaiz.