

Vive totalmente en Dios; y, por el amor que esto te reporta, acéptate pacientemente a ti misma con todas tus miserias. Recuerda que el ser buenos siervos de Dios no implica estar siempre contentos, siempre en la dulzura, sin aversión ni repugnancia alguna al bien; porque, si eso fuera verdad, ni santa Catalina de Siena, ni santa Teresa, ni san Pablo habrían servido bien al Señor.
El ser buenos siervos de Dios comporta, por el contrario, ser caritativos con el prójimo, tener en la parte superior del espíritu un propósito inquebrantable de realizar la voluntad de Dios, tener una profunda humildad y simplicidad para entregarse a Dios y levantarse tantas veces cuantas se ha caído; aceptarse a sí mismo en las propias limitaciones y caídas, y soportar con paz a los otros en sus imperfecciones. —365 días con el Padre Pío. Pag, 135