El testimonio de la joven que verán a continuación fue recogido por «The Sônder Space», una revista digital cuyo contenido lo generan sus propios lectores. Lo genial de esta iniciativa es que es fruto del esfuerzo de un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad de Navarra, en España. El contenido de este espacio tiene un alto carácter de concienciación social y divulgación de actividades y acciones que generen impacto social y/o superación personal.

La protagonista del video cuenta cómo pudo superar un tiempo de dificultad al haber sufrido un accidente que le trajo no solo cambios físicos sino también interiores. Su mensaje es que reconoce que, aunque fueron días de dolor y sufrimiento han tenido un sentido muy importante para transformar su vida y embellecerla.

Cuando cuenta su experiencia hace referencia a un arte japonés llamado Kintsugi (carpintería de oro), que consiste en la restauración de vasijas de cerámica que se han roto usando barniz de resina de oro para pintar las grietas que han quedado. El resultado final es el de una pieza muy hermosa y valiosa. Al querer realzar las fracturas o «cicatrices», quiere mostrarse que estas también forman parte importante del objeto y por ello no han de ocultarse.

Las cicatrices, recuerdo de haber sido curados

Como médico me remitió a pensar en cuando tengo la oportunidad de atender a algún enfermo que tiene una herida. Si es superficial quizá sane más rápido, no requiera muchas intervenciones para recobrar la salud, tan solo algunos cuidados. Pero cuando es profunda, requiere más dedicación, más tiempo, estar más atento a protegerla y evitar que no vaya a empeorar. No se trata solo de cubrirla y esperar u ocultarla esperando que sane por si sola. Requeriría unos cuidados muy especiales, con mucha paciencia, con mucho amor; solo si el enfermo experimenta la necesidad de ser curado y aliviado.

Creo que así es Dios con nosotros, Él como buen médico podrá curarnos y aliviar nuestras heridas. No nos promete que no traerá dolor o dificultad, también tomará su tiempo. Espera solo que nosotros lo busquemos y acudamos a sus cuidados. Lo que nos promete además, es que aunque si puedan quedar cicatrices, estas serán un recuerdo de que hemos sido heridos, pero más aún de que hemos sido sanados.

Frágiles, pero fuertes en las manos de Dios

Confiar en el camino de acoger las heridas en la propia existencia tiene sus dificultades, especialmente porque consideramos que nuestra vida depende de no tener grietas o cicatrices, de no estar fracturados, de ser impecables, de no haber caído o no haber fallado.

A veces pensamos que, en nuestro ideal de ser buenos cristianos, de ser santos incluso, lo que cuenta es no caer, no fallar, ser «perfectos» en una lógica perfeccionista. Pero esta mirada no es solo utópica sino muy orgullosa, muy distante de la humilde comprensión de que somos humanos, frágiles, que dependemos de Dios, quien amorosamente nos sostiene.

Me gusta mucho la cita de San Pablo en la que dice que: «Llevamos este tesoro en recipientes de barro para que parezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Cor 4,7-10). A pesar de nuestra condición frágil como el barro, contamos con la fuerza de Dios que nos sostiene y con su luz que hace que brillemos.

El sentido de las grietas en nuestra vida

¿Acaso puede brillar y mostrar su luz una vela encendida que se esconde en un jarrón oscuro y sellado? Me imagino que han visto algunos recipientes que contienen velones, que al tener grietas o agujeritos pueden mostrar la luz. De manera analógica, la luz que Dios deposita en nuestro corazón podrá manifestarse si es que estamos abiertos, dispuestos y reconocemos que, aunque fracturados, estas heridas dejan permear el brillo.

¿No son acaso las heridas de Cristo, los estigmas de su pasión y sufrimiento los signos que brillan en su gloriosa resurrección? Por ello el dolor no siempre es estéril, las consecuencias del sufrimiento no siempre nos dejan vacíos o nos hace menos felices. Tendrá sentido si es que lo asumimos con la confianza de que Dios obra siempre en nosotros. Él cuenta con nuestra humilde docilidad.

Mensaje final

Así como cuando las vasijas están rotas y parecieran haber perdido su gracia y su valor y que solo sirvieran para ser descartadas; así nosotros, cuando experimentamos una herida (no solo física), podemos sentir cómo con la restauración y la reconciliación que nos ofrece Dios con su Gracia y misericordia, nuestras grietas brillan, son luz para otros, son testimonio de la acción de Dios en nosotros.

 Y tú ¿Crees que incluso con tus grietas, heridas, cicatrices y fracturas en tu vida, puedes ser luz y reflejo del amor de Dios para otros?