Buzz Lightyear es, definitivamente, un personaje entrañable desde 1995. Por supuesto, cuando Disney anunció que sacaría una película con él como protagonista, los que crecimos – literalmente, desde los 3 hasta los 30 años, en mi caso – queriéndolo no pudimos hacer menos que emocionarnos. Y comprar una entrada para el cine, obvio. 

Pero entre el lanzamiento del primer trailer, que te comparto a continuación, hasta el momento de ver la típica lamparita saltando sobre el logo de Pixar, muchas cosas pasaron. Más bien, muchas cosas se dijeron. Y, de lo que se dijo, es cierto que película tiene un personaje y una escena explícitamente homosexual.

(Este artículo contiene varios spoilers)

¿Podríamos ver la película de Buzz Lightyear con niños?

No hay una respuesta de «sí» o «no». Te explico por qué. Como padres, adultos o personas responsables de la formación de niños, es lógico – y un deber de conciencia – educar según la fe y la moral. Pero, justamente por eso, creo que hay que contemplar algunas opciones. 

Es válido no querer que los niños consuman cierto tipo de contenido. Incluso podría ser lo correcto. Y, como digo, forma parte de la conciencia personal.

Sin embargo, en un mundo en el que están expuestos a esta realidad -incluso socialmente, conociendo a compañeros que viven en hogares homoparentales, por ejemplo, cuando estaría muy mal excluirlos de sus amistades -, tal vez sea momento de preguntarnos: ¿es realmente posible tapar el sol con un dedo?, ¿o es una oportunidad positiva de hablar de un tema difícil, de apostar al diálogo en confianza?, ¿no es también una opción correcta, que merece la pena ser considerada? 

No tengo respuestas a estas preguntas. Son apenas planteamientos que deberían llevarnos a la reflexión, la oración, el discernimiento.

Porque, ojo: como dije al principio, no es fácil dar una respuesta de «sí» o «no» ver. Por lo tanto, quizás no pueda decir que te recomiendo o no recomiendo ver la película. La decisión solo la puedes tomar tú, luego de un discernimiento pausado (y rezado), desde tu libertad informada y conciencia formada. 

A modo de sugerencia personal, una opción intermedia al «ver» y «no ver» es saltar 10 segundos de la película (cuando «Lightyear» llegue a Disney+ y tengas esa opción, obviamente no es una alternativa válida si quieres ir a verla en cine) y disfrutar más de 100 minutos de enseñanzas.

¿Temas útiles para la vida espiritual? ¡No es locura!

Es posible aprovechar recursos tan comunes como este, para dialogar de temas difíciles. Pero «difícil» no siempre es sinónimo de «todo lo que esté ideologizado». El combate espiritual mismo nos pone delante de situaciones muy difíciles. 

Y creo que la película nos da un espacio para dialogar con los chicos de estos temas, en el lenguaje y con un ejemplo que ellos entiendan. 

Buzz Lightyear nos invita a hablar de la autosuficiencia

Si queremos progresar, tenemos que producir. Mucho y rápido. Al menos, eso es lo que los tiempos modernos nos han transmitido. Esto lo vemos en el personaje de Buzz, diciendo «no me equivoco», «no necesito ayuda», «soy Buzz Lightyear, siempre estoy seguro».

Esta actitud, por supuesto, puede cansarnos y llevarnos a perder mucho en el plano humano, personal, profesional. Pero también espiritual. «Yo, por mis propias fuerzas y mi esfuerzo, seré santo», podríamos llegar a creer. 

Quizás no lo digamos, pero nuestras actitudes lo denuncien. En algún momento, vemos que no podemos lograrlo todo. ¡Claro que no! No son nuestras capacidades ni nuestro esfuerzo… a veces – o siempre – es cuestión de dejar que Dios actúe en nosotros para obtener verdaderos frutos.

Dice mucho que también, que al comienzo Buzz solo quiera relacionarse con «lo mejor de lo mejor». Si va a recibir ayuda, que sea de personas talentosas. 

Pero, así como Dios se apoya en nuestras debilidades, Buzz tiene que aprender que las habilidades a veces son secundarias. Lo importante, muchas veces, es dejarse ayudar. Por los demás. Por Dios. Experimentando como San Pablo: «cuando soy débil, soy fuerte». 

O como lo escribió Henri Nouwen (y creo que lo resume todo):

Hay una gran diferencia entre tener éxito y dar frutos. El éxito proviene de la fuerza, el control y la respetabilidad. La persona exitosa tiene la energía para crear algo, mantener el control de su desarrollo y ponerlo a la disposición de los demás en grandes cantidades. El éxito trae consigo muchas recompensas y muy a menudo la fama. Los frutos, por el contrario, provienen de la debilidad y la vulnerabilidad. Y los frutos son únicos.

¿Culpa o arrepentimiento?

La culpa no es lo mismo que el arrepentimiento. Buzz choca la nave, y quiere renunciar a su cargo. El Buzz Lightyear que se creía todopoderoso, tropieza, y se hunde. Pero bien hondo.

La culpa lo lleva a querer corregir el daño. Pierde muchas cosas, pierde a sus amigos, pierde la posibilidad de tener una buena vida, a pesar de que esa vida sea distinta a la que soñaba. Llega al punto de, al hablar consigo mismo, escuchar «todos tienen vidas, menos nosotros». 

La culpa que no se convierte en arrepentimiento, nos motiva porque queremos recuperar la autosuficiencia, el prestigio o el protagonismo.  Pero cuando esa motivación se esfuma – porque, al no ser buena o verdadera, se destruye – queda el resentimiento. 

Es una excelente reflexión de cómo, tras el pecado, estamos llamados al arrepentimiento, no al «sentimiento de culpa». Es muy distinto. Es reconocer la falta, pero con humildad, pedir perdón y dejarse ayudar. 

Eso hace Dios, después del pecado, nos perdona en la confesión y nos ayuda con su gracia para evitar próximos pecados. Pero Buzz no quería ayuda, y no le fue bien. 

Desilusiones, sueños rotos, nuevas oportunidades

A veces, Dios nos llama a una misión que no es la que teníamos en mente. Buzz quería una cosa, una «misión» concreta. Al final, encontró la felicidad en un camino que no le atraía inicialmente y ante el cual luchó años por evitar. 

Buscaba cosas grandes. Y la magnanimidad es excelente, estamos llamados a ella. Pero hay que ver «qué cosas grandes» son las que son, verdaderamente, para nosotros. Si nuestros sueños son los de Dios.

Lo mismo en nuestra vocación. Nuestra tozudez («¡Debo terminar la misión!») que es un defecto, Dios la puede transformar en la virtud perseverancia, cuando aflojamos el brazo que pulsea y aceptamos que Él tome la mano para conducir. Porque, sobre la virtud, puede apoyar un tesoro inmenso. 

Vivir el presente

Buzz se pasó 70 años viajando del pasado al futuro, buscando cómo solucionar «lo roto». A veces, el pecado, el fracaso, lo que sea, nos estanca en el pasado. Nos angustia, pensando si en el futuro remediaremos el daño o seremos felices a pesar de todo. 

Pero Dios es el Dios del presente. Nos llama en tiempo presente. Si sufrimos, nuestro sufrimiento tiene valor en tiempo presente. Recomenzamos y crecemos en vida interior solo en tiempo presente. 

Al final, Buzz Lightyear es como el hijo pródigo

Termina la película, y Buzz es capaz de decir «Me siento en casa al fin». Encuentra la paz interior. Como el hijo pródigo que deja de buscar erróneamente su independencia, su autosuficiencia, acabando por revolcarse en el pecado (al fin y al cabo, el orgullo y la vanidad, son pecados). 

Como el hijo pródigo, se sume en la culpa. El hijo pródigo, al comienzo no se anima a volver a la casa del Padre. Tiene vergüenza, como la que Buzz sintió cuando pensó en alejarse y abandonar el cargo y su hogar. Pero, como el hijo pródigo, finalmente se decide por buscar un camino alternativo: simplemente, dejarse amar.

La cita de Nouwen que cité más arriba concluye así: 

La comunidad es el fruto del fracaso compartido, y la intimidad es el fruto que crece en el roce de nuestras heridas. Recordémonos que el verdadero gozo proviene de los frutos y no del éxito.  

Buzz se dejó amar cuando se dejó ayudar. Descubrió los frutos que sobrepasan el éxito. Alcanzó el gozo y el final feliz que esperamos cuando vemos una buena película.