

El video que comentamos a continuación nos lo trae «David The Agency» y retrata una iniciativa genial: «Un día sin Whooper» de Burger King. Se trata de un solo día al año en el que Burger King no vende su aclamado Whooper en ninguno de sus locales.
Es más, solo por ese día, anima a sus clientes a comprar la hamburguesa estrella de la competencia: la BigMac en McDonalds. ¿La razón? McDonald’s dona todo el dinero de las ventas de Big Mac para ayudar a niños con cáncer. Por lo que, en un gesto de solidaridad, Burger King colabora con la causa de su competencia en favor de un bien mayor.
En el video, se ve la sorpresa e incredulidad de los clientes cuando se les dice que vayan a comprar a otro restaurante. Incluso cuando se les explica el porqué, les resulta difícil de creer. Y es que es cierto que no es común ver actitudes desprendidas en nuestro día a día, menos aún cuando se trata de empresas y hay intereses económicos de por medio.
Sin embargo, como menciona el Catecismo, «el principio de solidaridad, expresado también con el nombre de ‘amistad’ o ‘caridad social’, es una exigencia directa de la fraternidad humana y cristiana» (CIC 1939).
Es decir, la solidaridad no es opcional para un católico, es una exigencia propia de nuestra condición de seguidores de Cristo y de ser llamados hijos de Dios, es decir de Aquel que es el Amor.
Solidaridad y amor por el prójimo
En términos bíblicos, es inevitable pensar en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37). Como en el video, vemos que el sentido de solidaridad y amor por el prójimo pudo más que la propia comodidad. El samaritano auxilió al judío, a pesar de la remarcada enemistad entre judíos y samaritanos. Parábola que Jesús cierra diciendo sin tapujos ni condiciones: «Vete y haz tú lo mismo».
En términos de mi propia cotidianidad como científica, y gracias a Silvana Ramos —una brillante escritora de Catholic-Link— me di cuenta de que esto también puede llevarse a la relación que existe entre ciencia y fe.
¿Ciencia y fe?
Justamente esta semana he regresado de un curso que me permitió estar un poco más de un mes en el «National Institutes of Health» (NIH, EEUU). Este organismo federal estadounidense es la institución más grande de investigación biomédica de EEUU y una de las más respetadas a nivel mundial.
Esta meca del saber es liderada por el Dr. Francis Collins, un científico prominente que estuvo a cargo del proyecto Genoma Humano (1993-2008) y que es el único director del NIH que ha ejercido el cargo durante dos gobiernos distintos (Obama y Trump).
Además de ser un genetista de clase mundial, considerado por algunos como el padre de la genética moderna, Collins es también autor del libro «Cómo habla Dios» (The Language of God: A Scientist Presents Evidence for Belief).
Según los críticos, el libro brinda la mejor explicación acerca de la integración entre fe y lógica desde el libro que escribió el gran autor C.S. Lewis: «Mero Cristianismo» (Mere Christianity). Asimismo, Collins muestra que la ciencia no está en conflicto con la Biblia, sino que —en realidad— la ciencia puede incrementar la fe.
Paralelamente, Collins ha fundado una iniciativa llamada BioLogos, un espacio online donde se puede hacer preguntas, discutir temas y aprender de las mejores mentes cristianas en términos de ciencia y teología.
La ciencia y el cristianismo no están en guerra
Aunque, incluso hoy, mucha gente piense que la ciencia y la fe (particularmente, el cristianismo) están en guerra, existen numerosos documentos en la Iglesia (encíclicas de nuestros Papas, escritos de San Agustín, Santo Tomás de Aquino y el flamante santo, San John Henry Newman, entre otros) que no hay necesidad de elegir una de ellas pues no están en conflicto.
Al contrario, «la religión puede tener un impacto positivo en la ciencia como el desarrollo de la medicina ética moderna. Mientras que la ciencia puede mejorar la vida espiritual de los creyentes pues los cristianos se regocijan en los descubrimientos científicos que revelan la gloria de Dios creador» (BioLogos).
Así, la ciencia y la fe no solo no están enfrentadas, sino que deben ser aliadas para lograr el desarrollo de la humanidad y ayudar al ser humano en la búsqueda de la Verdad. Ya en su encíclica «Fides et Ratio», el Papa San Juan Pablo II decía: «La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad».
Asimismo, en otro documento nuestro Papa señalaba: «La ciencia puede purificar a la religión del error y la superstición: la religión puede purificar a la ciencia de la idolatría y de los falsos absolutos. Cada una puede atraer a la otra a un mundo más amplio, un mundo en el que ambas pueden florecer».
Volver a unir lo que el hombre ha separado
Finalmente, comparto con ustedes un extracto del discurso de nuestro nuevo santo británico, John Henry Newman, dado en la Iglesia de la Universidad Católica de Irlanda: «Este, pues, imagino que es el objetivo de la Santa Sede y de la Iglesia Católica al fundar universidades: volver a unir cosas que en el principio estaban unidas por Dios, y que han sido separadas por el hombre.
Algunas personas dirán que estoy pensando en limitar, deformar y atrofiar el desarrollo del intelecto por medio de la supervisión eclesiástica. No tengo esa intención. Ni tengo ninguna intención de transigencia, como si la religión debiera renunciar a algo y la ciencia también.
Deseo que el intelecto se expanda con la mayor libertad, y que la religión disfrute de igual libertad, pero lo que pongo como condición es que deben encontrarse en uno y el mismo sitio, y ejemplificado en las mismas personas…
No me satisfará lo que satisface a tantos, tener dos sistemas independientes, intelectual y religioso, caminando uno al lado del otro al mismo tiempo, por una especie de división del trabajo, y solo reunidos accidentalmente. No me satisfará si… los jóvenes conversan con la ciencia todo el día y se presentan ante la religión por la noche…
La devoción no es una especie de final ofrecido a las ciencias, ni la ciencia es… un ornamento ni una insignificancia de la devoción. Quiero que los seglares intelectuales sean religiosos, y los eclesiásticos devotos sean intelectuales».
Que nuestro Señor nos dé la gracia de amarlo para llevar su amor a los demás, para ser solidarios y vivir de forma íntegra. Que podamos compaginar nuestra vida profesional con la espiritual, dando testimonio de nuestra fe en la calidad de nuestro desempeño, en cualquier oficio o profesión que tengamos. Así sea.
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