

Y de pronto es diciembre otra vez. Puedes pensar, ¿qué tiene que ver esta época con mi deseo de alcanzar la santidad? Te lo explicaré con cuatro elementos importantes que quiero compartirte luego de que veas el video. Para empezar muchos de nosotros ya estamos pensando en todo lo que hay que hacer/terminar antes de fin de año: desde el trabajo, los estudios, hasta las celebraciones de Navidad y año nuevo. Todos tenemos una larga lista de tareas que hacen este tiempo emocionante y estresante a la vez.
El peligro, sin embargo, es que una vez más nos dejemos absorber por esta vorágine y nos perdamos la oportunidad de salir de nosotros mismos y de nuestra rutina. Tal vez por eso, la Iglesia —como Madre y Maestra— nos regala el tiempo de Adviento para justamente procurar que permanezcamos atentos. Vigilantes al llamado y venida de nuestro Dios.
El video de hoy es un anuncio publicitario de Sainsbury’s, un supermercado británico que ha cumplido 150 años este 2019. En ese sentido, nos trae una historia de Navidad ambientada en el Londres victoriano de 1869, el año de su fundación.
La trama juega con la idea de que un acto de desprendimiento y bondad de la Sra. Sainsbury dio lugar a Santa Claus (Nicolás «el barrendero» en el video) y se aleja bastante del san Nicolás histórico. Sin embargo, aún así, la historia tiene importantes elementos apostólicos que compartimos a continuación y que nos recuerdan que todos podemos apuntarle a la santidad.
1. Nicolás, el barrendero
Este es un niño que parece ser huérfano y que junto a sus amigos es obligado a trabajar. Son niños explotados por un adulto tirano y ladrón. El resto de la sociedad parece estar al tanto de la situación, incluido el policía —quien lo llama por su nombre y oficio— pero nadie hace nada al respecto.
¿Cuántos Nicolás habrán en nuestras calles? ¿Los vemos o simplemente nos hemos acostumbrado a ignorarlos y ni nos damos cuenta? ¿Tratamos de ayudarlos en la medida de nuestras posibilidades: desde siendo votantes responsables y eligiendo a candidatos que contemplen programas serios de ayuda social en su plan, apoyando entidades de caridad que trabajen apoyando a niños y/o a personas sin-techo, no dándoles dinero directamente tal vez pero comprándoles comida o simplemente mirarlos de verdad, hablarles, darles alguna palabra de aliento y rezar por ellos?
A pesar de la mala situación en la que vive, Nicolás es un niño noble, dispuesto a ayudar. El maltrato que recibe no ha calado en su corazón, por eso es que no duda en tener un gesto amable con la Sra. Sainsbury y recoge esa mandarina.
Esto nos lleva a pensar en las veces que otras personas o nosotros mismos justificamos ciertas malas actitudes/decisiones echándole la culpa a las circunstancias. Olvidando que siempre existe un espacio donde nosotros podemos decidir ser libres y no dejarnos contaminar por el desamor, egoísmo e indiferencia.
Estar conscientes de que siempre podemos decidir (incluso si lo único que podemos hacer es elegir entre desanimarnos o sonreír) es ejercer nuestra libertad.
2. Buena intención mal entendida: Injusticias
¿A quién no le pasó que una buena intención fue interpretada erróneamente? ¿Quién no ha sufrido alguna vez una injusticia ya sea grande o pequeña? En el video vemos cómo Nicolás tuvo la buena intención de recoger una mandarina caída.
Sin embargo, fue injustamente acusado de ladrón y sin más, fue castigado por eso. En este punto es inevitable reconocer que las injusticias generalmente se dan con personas como Nicolás: personas que no tienen «conexiones»/amigos importantes o que simplemente no tienen a alguien que los defienda.
Es más fácil abusar de gente que no tiene voz en la sociedad, y que no son tan «relevantes». Desde pobres, analfabetos, huérfanos, empleados con poco rango, cónyuges que no reciben salario, inmigrantes, personas con algún tipo de discapacidad, ancianos, pacientes terminales, hasta no-nacidos.
Sin embargo, debemos recordar que, por su naturaleza y gravedad, el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC1857) nos recuerda que existen «pecados que claman al cielo». Claman al cielo: la sangre de Abel (cf Gn 4, 10), el pecado de los sodomitas (cf Gn 18, 20; 19, 13), el clamor del pueblo oprimido en Egipto (cf Ex 3, 7-10), el lamento del extranjero, de la viuda y el huérfano (cf Ex 22, 20-22), la injusticia para con el asalariado (cf Dt 24, 14-15; Jc 5, 4).
Si fuimos nosotros los injustos, tenemos la obligación de pedir perdón a Dios y a la persona afectada. De igual forma, debemos resarcir la injusticia cometida. Si dicha injusticia fue en contra de otras personas, tenemos el deber de no ser indiferentes e interceder en cuanto se pueda.
Si fuimos nosotros las víctimas, podemos utilizar medios legítimos para esclarecer la situación o simplemente ofrecerla a nuestro Señor, Dios de la constancia y el consuelo (Rom 15, 5). Esto dependerá de la gravedad y consecuencia de la injusticia, por supuesto. Demás está decir que el uso de la razón y el discernimiento es una constante en la vida del cristiano.
3. Difamación y calumnias
En el video vemos cómo el policía, sin hacer siquiera las averiguaciones del caso, se deja llevar por lo que ve y por conceptos preconcebidos. Solamente sobre la base de su percepción, hace juicios temerarios, es decir, admite como verdadero un defecto moral en el prójimo sin tener para ello fundamento suficiente (CIC2477). A este defecto, el policía le suma los pecados de difamación y calumnia pues acusa públicamente a Nicolás de estos actos.
Según el CIC 2477, difamamos cuando —sin una razón objetivamente válida— hablamos de los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran. Ojo que la información compartida es cierta, no estamos mintiendo, pero la falta está en afectar la reputación de otros frente a personas que no pueden hacer nada con respecto a ese error o defecto.
Si hay algo que se deba denunciar, se debe hacer con la autoridad correspondiente y no con cualquier persona que nada puede hacer. Si somos sinceros con nosotros mismos, aceptaremos que muchas veces difamamos para que los demás se solidaricen con nosotros, tomen partido y nos hagan sentir bien. Aquí viene bien aclarar que el que difama comete pecado mortal y no puede comulgar hasta que se confiese.
Si la difamación ya es mala, la calumnia es mucho peor pues mata la honra de los demás con mentiras. Como dice nuestro papa Francisco, la calumnia es hija de Satanás. Nuestro Señor denuncia también en la mentira una obra diabólica: «Vuestro padre es el diablo […] porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8, 44) (CIC2482).
A la calumnia se le debe sumar la mala intención de dañar a la persona de la que se habla y de conducir al error a quienes escuchan. La calumnia es casi siempre motivada por el odio, rencor, celos o envidia.
4. Presión social
Una vez que el policía exhibe a Nicolás como ladrón, todos se sienten superiores. La gente se enardece y proponen a gritos la forma en que debe ser castigado. De pronto, algún sensato grita: ¡Denle un juicio justo! Esto por supuesto rompe con la dinámica del grupo.
Al ver que esta propuesta desentona con lo que dicen los demás, el sensato titubea y por presión social y cobardía, retrocede. Para congraciarse con el grupo y compensar por su «exabrupto», propone algo peor: el destierro. Es casi irónico que los mismos labios que propusieron sensatez; digan su sentencia. Nicolás fue en efecto desterrado a las gélidas montañas.
5. Santurronería vs santidad
Como comenta el predicador católico Christian Huerta, el santurrón es aquel que se confía mucho en sus propias virtudes. De repente hace un esfuerzo sincero en practicarlas, pero su motivación es equivocada pues ese esfuerzo lo usa simplemente para ver de reojo a los demás y sentirse superior. El ejemplo más claro es la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-17).
Aquí hay que caer en cuenta que no solo el pecador empedernido se cierra a la acción del Espíritu Santo, sino también aquel con actitudes de fariseo, pues se siente más que los demás y piensa que no necesita de la misericordia de nuestro Señor. Como siente que no la necesita, no la pide y por lo tanto, no la obtiene.
Es más, el fariseo cree que sus buenas obras obligan a Dios a premiarlo, olvidando que no podemos atribuirnos a nosotros mismos los méritos de justicia o santidad que hayamos adquirido, pues todo es gracia de Dios y lo recibimos del Padre.
En el video, la actitud santurrona viene del policía, del pueblo que pide su castigo y hasta del adulto tirano que estaba a cargo de Nicolás. Hay que estar muy atentos a las actitudes de crítica e indignación que tenemos frente a los errores de los demás.
La verdadera actitud de santidad viene de la Sra. Sainsbury’s pues decide viajar, buscar a Nicolás en su destierro y tener actos de bondad para con él. Lo abriga, lo acoge y lo alimenta, pero esta bondad no solo cubre sus necesidades fisiológicas.
La Sra. Sainsbury tiene una conversación de verdad con Nicolás, lo conforta, le alimenta el espíritu y lo inspira a más. Otro acto de santidad es el que tiene Nicolás. Él pudo haber tomado toda la fruta y quedarse con ella, sin embargo, decide compartir su alegría con los demás niños. Al hacer eso, su felicidad es más plena. Tanto es así, que la historia sugiere que esto se repetiría cada navidad.
6. Desprendimiento – Efecto multiplicador
La santidad es esencial para entrar al cielo y estar plenamente con nuestro Señor, pero la santidad implica desprendimiento, salir de nosotros mismos y tener un efecto multiplicador. No existen los santos egoístas. El santo es santo y va al cielo porque con su vida y testimonio le dio a los demás el gusto y el deseo de Dios.
Pequeños actos de bondad pueden tener un efecto eterno si toca el alma de las otras personas, pues lo único eterno en este mundo es nuestra alma inmortal. De ahí que es tan importante cuidar y cultivar nuestras almas. Importante también es cuidar el alma de los otros no siendo motivo de tropiezo, sino procurando que nuestro testimonio dé salida hacia los demás, inspire a los que nos rodean y los motive a alcanzar la santidad.
Pidamos esta gracia durante este Adviento, pues —como diría la Sra. Sainsbur»- si no es esta Navidad, ¿cuándo?
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