

«Boda cancelada» o «boda aplazada». ¡Cuántos tuvieron que cancelarlo todo incluso cuando solo faltaba un día!, ¡qué rabia, qué desespero, qué impotencia!
Sí, nosotros tuvimos que posponer la nuestra, pero no duramos mucho tiempo convencidos con la idea.
Ya teníamos fecha, una muy espacial para ambos. Teníamos la lista de invitados, el lugar, la idea del menú, de la decoración, de la logísitica del evento.
Teníamos al padre que tanto queríamos dispuesto a casarnos, la wedding planner, la diseñadora del vestido. Todo giraba en torno a la boda, tenía un tablero en Pinterest con ideas de decoración hasta para regalar.
La ilusión era enorme, contábamos los días, era el tema de conversación día y noche. Pero de repente, nada. Todo cancelado, todo se volvió tristeza, confusión y frustración.
Mi boda se canceló por culpa de la pandemia
Y para rematar este drama, me encontraba separada de mi prometido. No por unas cuadras, no por una ciudad, sino por 8000 kilómetros. Yo en Colombia y él en España, si ya era difícil, ahora todo parecía imposible.
Ya no encontrábamos consuelo, no había nada que nos animara. Ni siquiera podíamos abrazarnos, llorar juntos o limpiarnos las lágrimas. Estábamos separados y con la boda cancelada.
Pero luego de unos meses, nueve para ser exactos, ocurrió el milagro. El que ahora es mi esposo, consiguió un vuelo de Madrid a Bogotá, me avisó en la madrugada que viajaría y que en menos de 24 horas, después de toda la pesadilla nos podríamos ver, ¡por fin!
Entonces pensamos ¿y ahora qué? ¡Pues casémonos! ¡Dejémonos de tonterías y corramos a una iglesia a casarnos! ¿Solo los dos? ¡Vale! ¿Y sin vestido? ¡Con lo que sea! ¿Y los invitados? ¡Pues lo que puedan!
La decisión nos devolvió la alegría más indescriptible del planeta. Para ambos lo más importante era el sacramento, aunque nos dolía no poder hacerlo todo como lo habíamos soñado.
Tomamos una decisión, la de casarnos como se pudiera.
Porque de eso se trata el amor, de tomar decisiones
La gente no entendía por qué corríamos con todos los preparativos, por qué de un día para otro habíamos decidido casarnos.
¡Nory pero cómo van a organizar todo en tan poco tiempo! ¡Estás loca! «Esperen a que todo mejore, ya esperaron nueve meses, ahora esperen otro poco para hacerlo con calma».
Esperen, esperen, esperen. ¡Pero nosotros no teníamos nada que esperar, la cita era con Dios! Me encantaría contarte cómo organizamos todo en cuatro días, pero este artículo terminaría valiendo por cuatro 😅 .
La historía con todos los detalles de ese día la comparto aquí, si es que quieres saber con pelos y señales qué sucedió ese día, puedes ir por palomitas, sentarte cómodo y leerla.
Así que lo que quiero hacer hoy es es animarte a dar el paso. A tomar la decisión de casarte, a dejar de aplazar la boda porque «así no era como yo la quería», «no podrían asistir todos», «qué dirá pepita si no la invito».
«No podríamos ni bailar», «no tendríamos banquete», «no sería igual». Efectivamente no va a ser igual, ¡va a ser mucho más especial! Yo sigo con la luna de miel en pausa, ¡pero con el corazón saltando de alegría!
¿Podrá haber algo mejor que aceptar la cita más espectacular de tu vida en el altar? Cuando todo esto empezó pensamos que la pandemia duraría unos meses, que tal vez se alargaría «un poco».
Pero aquí estamos, por segundo año consecutivo metidos en esto. No más excusas, si lo que desean ambos más que nada es casarse y tener la bendición de Dios, ¡ánimo!
Estos son ocho consejos que te comparto con mucho cariño, que pueden ayudarte a que ese día sea maravilloso así el mundo se esté viniendo abajo. #fuckyoucoronavirus 😂
1. Respondan juntos a estas preguntas
Si la idea de casarse no deja de rondar en sus cabezas (que estoy segura de que así es si es que ya tenían todo planeado o estaban empezando a organizarse), siéntense juntos y respondan a estas preguntas:
¿Qué obstáculos tenemos ahora para tener una boda pequeña? Es obvio que hay que ser racionales, no los estoy invitado a violar la cuarentena (si es que en su ciudad o barrio la impusieron de nuevo), ni a secuestrar al padre, ni a hacer una boda clandestina.
Pero vale la pena que evaluemos la situación y pensemos: ¿es seguro y posible que tengamos una boda íntima? Si la respuesta es sí: ¿cuáles son nuestros miedos?, ¿nos importa más el qué dirán, la posibilidad de no celebrar luego de la misa?
¿Cuáles son los motivos reales que nos llevan a seguir aplazando nuestra boda? Hagan una lista por separado y luego compártanla.
Si las razones son de «orden social» (sería muy pequeña, en otro lugar, con muy pocos invitados, no como la había soñado etc) y no de orden sacramental, por decirlo de alguna manera, ¡dejen el miedo atrás!
Luego habrá tiempo para celebrar, para hacer una fiesta enorme con los 300 invitados que queríamos. Si lo más importante son ustedes dos y Dios. ¡Cásense!
2. Activen el plan B,C y D
Vale, el plan A quedó más que descartado. Asumamos y aceptemos que no podremos hacer esa boda que habíamos soñado ni hoy, ni probablemente en unos meses. Porque no tenemos idea de cuándo termine esta pesadilla.
Ahora que ambos somos conscientes de que nada será igual, pero que no por eso será espectacular, ¡actuemos! ¿Qué necesitamos? Averigüemos qué medidas tendríamos que aplicar.
Nosotros por ejemplo, pudimos invitar solo a 20 personas (la lista era de 140). Chao a los 80 primos, a las tías que no veíamos hace años, a los amigos de los amigos, a las tíos abuelos. Nos quedamos solo con los más cercanos.
Y en nuestro caso (drama on), solo pudo estar presente mi familia, la de Carlos, mi esposo, no pudo viajar por el tema de fronteras.
Si se preguntan cómo pudo entonces viajar Él, pregúntenle a Dios porque ninguno de los dos sabe, fue puro milagro.
Tampoco pudimos ir vestidos como queríamos. Yo compré a última hora un vestido blanco sencillo, y lo acompañé a él a comprar el suyo. Tampoco pudimos celebrar, bailar, compartir una mesa enorme para todos, faltaron muchísimas personas importantes.
Hubo sacrificio de amabas partes, ¡pero estábamos tan felices! Esos cuatro días que tuvimos para organizar todo lo relacionado a la misa y el brindis fueron increíbles.
Trabajamos en equipo, sin descanso, con tristeza por los que no estaban pero con infinito gozo en el alma. Cada vez estábamos más cerca del altar, más cerca de ser tres y no dos. Él, Dios y yo.
3. ¡Hagan que la misa sea inolvidable!
Desde el principio queríamos que la misa fuera especial, muy especial. Pero ahora sobraban los motivos para hacer que fuera el centro de todo, lo que más recordaríamos, lo que nos quedaría grabado en el corazón para siempre.
Dato curioso: lloré toda la santa misa de alegría. Ahora que vemos hacia atrás, nos damos cuenta que si no hubiéramos estado en pandemia no le habríamos puesto tanto esmero a cada parte de la Eucaristía.
Nos hubiera preocupado más el color de las flores, los zapatos que llevaríamos puestos, el orden de las mesas, el grupo de música o cualquier otra cosa que al final es insignificante, antes que la cita que teníamos con Dios.
Si deciden casarse, piensen en cada momento de la misa. ¿Cómo podrían hacer que sea único e inolvidable? Anímense a mandar invitaciones, así puedan casarse solo con cinco personas.
Transmitan la boda en vivo para que los acompañen amigos, familiares y conocidos.
Decoren la iglesia, elijan con tiempo las lecturas, acuerden algo con el padre, lleven un objeto que represente algo o a alguien importante. Yo por ejemplo llevaba en las manos un rosario de la Virgen de Medjugorje que me había dado mi suegro.
Dirijan un saludo al final a todas las personas que los ven. ¡Hay muchos detalles que pueden hacer que la misa sea aún más especial!
4. Si se puede celebrar con pocas personas…
¡Pues que sea con pocas personas! Lo grave sería que no tuvieran sacerdote 😅 Si permiten solo dos testigos, pues vale. Si permiten 10, qué alegría, si son 20 ponte a bailar y si son más ¡qué afortunado!
Sé que duele, que es triste no poder tener a toda tu familia y amigos juntos. ¡Qué más quisiéramos! Pero si las circunstancias no lo permiten, pues hagamos esa boda íntima con las personas que se pueda.
La gente lo entiende y en medio de todo se alegran al reconocer que lo importante es que ambos sean felices. Así que cásate con las personas que la ley lo permita. Recuerda que no es el fin, es solo el comienzo.
Carlos y yo ya sabemos que vamos a celebrarlo, a bailar y a tirar la casa por la ventana, cuando se pueda. Cuando todo esté más tranquilo. ¡Anímate tú también!
5. Escriban una carta para el otro y léanla en la ceremonia
Esta es una idea muy linda, puede ser durante la misa o luego, en un lugar íntimo y solo frente a tu pareja. Tal vez antes les avergonzaba pensar en este tipo de actos, les parecía muy cursi la idea.
Pero ahora que han llegado tan lejos y que luego de tantos obstáculos por fin pueden casarse, pónganlo por escrito. Confiésenle al otro todo lo que sienten, lo agradecidos, afortunados y orgullosos que se sienten.
¡Es su historia, es su relación, es el comienzo, solo el comienzo de lo que significa ser marido y mujer!
Este gesto hermoso puede quedar plasmado en el papel, y con los años se puede convertir en un tesoro, en un recuerdo invaluable. ¡Nos casamos en pandemia!
6. Dejen a un lado todo lo negativo y concéntrense en lo que recibirán
Este punto lo vuelo a resaltar, porque tal vez ahora todo lo vemos negro, triste, horrible. Tal vez no llevabas días o meses planeando todo, ¡sino años!
El negativismo puede borrarnos toda la alegría y la importancia del sacramento. Pensamos que ya nada vale si no podemos hacerlo a nuestra manera. Que no tiene sentido casarnos si es que no lo hacemos como lo habíamos soñado.
Pero hay que hacer un alto en el camino y pensar en qué es prioridad para ambos. Acallar las voces externas, dejar de lado las opiniones o críticas de los demás.
Porque nadie más vivirá en carne propia su matrimonio, nadie entrará a defenderlos cuando sientan ganas de rendirse. Nadie resolverá sus conflictos ni sus diferencias, ¡solo Dios podrá interceder!
Él es el único que les recordará el compromiso que hicieron ese día en el altar. Él será el que los levante cuando la rutina parezca consumirlos. Él los llenará de fuerza y fortaleza para luchar por su amor.
Él es el único que podrá hacer que esa unión de frutos, que se amen a pesar de todo, que se perdonen sin importar las heridas. Si recordamos esto veremos nuestra boda con otros ojos.
7. ¡Háganse una buena sesión de fotos, una que puedan mostrarle a sus nietos!
No pudimos hacerla donde queríamos, no pudieron asistir todos, no pudimos celebrar en ese lugar hermoso que ya habíamos reservado y hasta pagado, pero sí pudimos casarnos.
Entonces hagamos que ese día sea inolvidable, contratemos a un fotógrafo. Ya que nos ahorramos miles o millones con todo lo que se canceló, invirtamos en las fotos y pasemos del tío o el amigo que con toda la buena intención se ofrece a tomar las fotos.
Porque para este día merecemos que los instantes de alegría queden plasmados en el papel. Que podamos armar un álbum, que sea ese el que le mostremos a nuestros hijos y a nuestros nietos.
Que cada foto nos haga recordar todo lo que nos costó llegar a ese día, la alegría, la emoción, la esperanza, el corazón a todo dar.
Ya que el mundo parece caerse a pedazos, hagamos que estas fotos nos recuerden que le apostamos al amor.
Cada vez que yo veo las mías se me llenan de lágrimas los ojos. Al final valió la pena, fue la mejor decisión que tomamos en la vida.
¡Hoy estamos casados, con la bendición de Dios, viviendo juntos y haciendo tantos otros sueños realidad!
8. ¡Conviértanse en embajadores del amor!
¡Qué alegría, qué sensación más indescriptible! Si les digo que lloré toda la misa seguro no me lo creen, ¡pero así fue! En un momento el sacerdote dijo, ¡esas lágrimas que ven aquí no son de tristeza, son de alegría!
Y era cierto, no podía ser de otra forma. ¡Nos casamos, lo logramos! ¡Gracias Dios mío! Todo nos parecía irreal, nos sujetábamos fuerte de las manos, nos limpiábamos las lagrimas y yo por dentro decía ¡gracias Virgencita, me ayudaste a cumplir este sueño!
¡Conviértanse ustedes también en embajadores del amor de Dios! Porque cada matrimonio es eso, reflejo del amor divino de Cristo. Dejen a un lado las excusas y corran a pedirle a un padre que los case.
Espero que estos consejos y que mi testimonio, les sirvan para tomar una decisión. Para animarlos a casarse si es que lo tienen todo pausado.
Si también tú tuviste que hacer una boda pequeña, ¡cuéntame tu historia en los comentarios! Hagamos que el amor brille en medio de tanta oscuridad y digámosle sí a un amor para toda la vida.
¡La vida de casados con Dios en el centro es una pasada! En mi cuenta de Instagram comparto muchas de estas experiencias, si quieren acompañarnos en esta aventura de esposos, ¡bienvenidos!
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