

Cuando era pequeñita y paseaba por mi ciudad natal observaba con curiosidad el ayuntamiento. Mis padres me explicaban qué se hacía en ese lugar, y ciertamente empecé a imaginarme allí: el lugar donde se administra el gobierno del municipio. Pero con el paso del tiempo, más que imaginarme en la política, me gustaba pensar que algún día podría formar parte de su gabinete de comunicación. Poca gente conocía ese sueño mío, la verdad es que siempre he soñado en voz baja.
Cuando crecí surgió la posibilidad de cumplir lo soñado. El ayuntamiento publicó una oferta para incorporar a un técnico de comunicación y, reuniendo los requisitos necesarios, presenté mi candidatura. Casualmente, conocía a la persona que finalmente asumió el puesto y me decepcionó bastante intuir que yo reunía más méritos. En realidad, yo y muchos otros candidatos también. Seleccionaron a un hombre.
Pero, al margen de ello, empecé a darme cuenta de que a veces no solo tu talento, tus capacidades o tus logros son suficientes para hacer realidad un sueño.
Soñar más
Decidí soñar más. No se puede tener un único sueño. Tu realización o tu felicidad no puede condicionarse en un único sentido. Un mundo que contiene tantas maravillas no se te puede hacer pequeño de repente. Creo que, en parte, mi madre y su pasión por Mafalda condicionaron mi forma de leer los conflictos cotidianos.
La pequeña protagonista de las viñetas de Quino me ayudaba a cuestionarlo todo y a desafiar el status quo con reflexiones que nunca dejan de ser actuales. Y junto a Susanita y Libertad, sus dos amigas, me daba cuenta de la existencia de muchos tipos de mujeres llamando al debate social.
En cambio, pocas veces tuve en mis manos muñecas Barbie. Y cuando las tuve me daba un poco de rabia ver esas piernas tan largas y esbeltas, cuando las mías eran gruesas y musculadas. Algo en mi estaba mal, parecían decirme. Barbie despertaba mis complejos. Aunque viendo este anuncio, parece que Barbie se ha reinventado. ¿Ustedes qué piensan?
Además de la lectura, el juego es muy importante en nuestro desarrollo como seres humanos. En nuestra infancia, juguetes y muñecas nos ayudan a recrear e imitar el mundo de los adultos, ayudándonos esto a crecer en diferentes áreas como el lenguaje, la creatividad o las habilidades sociales. Imitar el mundo de los adultos nos lleva inevitablemente a las referencias cercanas.
¿A qué modelos exponemos a nuestros hijos e hijas? Este es el centro de la cuestión.
Diferentes tipos de mujeres
En mi familia he conocido diferentes tipos de mujer. He conocido a la madre abnegada, a la mujer risueña y bonita con ganas de comerse el mundo, a la mujer alternativa, fuerte y con temple. Supongo que soy parte de todas ellas y en todas hay un elemento común: el amor.
Amor llevado al extremo, amor radical e incondicional, por los hijos, por el compañero, por los ideales, por los sueños. Creo que las mujeres tenemos una fuerza excepcional y genuina.
Ellas, distintos tipos de mujeres, me han llevado a otras, como Lupe, una amiga hondureña que en cierta ocasión me recordaba: «Siempre he creído que cuando seguimos a un Dios de amor, no quiere que suframos, pero salir del sufrimiento solo se logra cuando estamos convencidos de ese Dios-Amor».
Supongo que el amor es la fuente certera. Donde hay amor, hay sueños que se cumplen y, si no se cumplen, se superan para ver nacer sueños nuevos.
Reconocer la fuente de lo que nos rodea
Por eso urge que aprendamos desde bien pequeñas a reconocer la fuente de lo que nos rodea. Aquello que nace del amor es digno de imitar y de recrear. Nuestra imaginación es infinita, y nos ayuda a construir nuevas formas de ver e interpretar el mundo.
Ese juego nos anima a soñar y, por ende, a vivir llenas de esperanza. Mientras haya esperanza, hay posibilidades reales de alcanzar la meta que nos propongamos a cada momento, con derecho, por supuesto, a variar esas metas en función de lo que nos dicte el amor.
Y de igual forma es que Barbie ha reinterpretado el mundo en los últimos tiempos, revisando su fuente de inspiración. Seguramente esa Barbie de los años noventa tiene poco que ver con la muñeca que actualmente protagoniza películas, cuentos y juegos virtuales.
Barbie se reconfigura en un escenario en el que tenemos derecho a jugar, para soñar y soñar para hacernos realidad con todas las posibilidades a nuestro alcance.
Y es que las mujeres tenemos algo especial. Que no nos inquiete hacer las cosas «como los hombres», pues el mundo necesita que las hagamos «como mujeres».
Si Mafalda pudiera hablar hoy de la metamorfosis de la muñeca más famosa del mundo, celebraría que no se «friegue la vida, ni se planche las inquietudes, ni se fría la personalidad».
Dos tipos de mujeres, que seguramente acabarían siendo amigas.
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Me parece que la nueva película de Barbie no es para nada un modelo de mujer católica, ya que lo busca es confundir a los niños y abrir sus mentes a ideas relativistas.
Me sorprende que Catholic-link comparta estás enseñanzas.