

¿Alguna vez te has quedado mirando el pesebre por un largo rato? El tiempo parece detenerse y una ternura enorme empieza a llenar tu corazón. Es una imagen tan cálida, tan pequeñita y sencilla y a la vez tan enorme.
Armar el pesebre puede llegar a ser una experiencia sobrecogedora. Ir sacando poco a poco y con cuidado cada una de aquellas figurillas que año tras año guardamos.
El olor de aquellos años que han pasado, los recuerdos que nos vienen a la memoria, tal vez de nuestra infancia. Es algo que definitivamente une y conmueve.
La primera vez que armé mi propio pesebre, algunos meses después de casarme, lo hice con nostalgia y a la vez con mucha ilusión. A imagen de aquella familia quería formar la mía.
El niño Jesús, tan pequeñito y silencioso. Envuelto apenas en unos pañales descansa con la paz que solo el rey del mundo puede tener, contemplado por sus padres llenos de amor, capaces de entregarlo todo por Él.
¿Te imaginarías haber estado ahí, en ese preciso momento?, ¿cómo habrá sido el silencio?, ¿cómo habrá sido la conmoción de la creación entera al ver nacer al Salvador?
Cada vez que armamos en familia el nacimiento, pensamos en cada uno de los que estuvieron ahí y de pronto sentimos que de alguna manera somos también testigos de tan grandioso misterio.
¿Por qué tenemos que armar un pesebre?
Hay muchas razones por las que podríamos armar un pesebre, todas válidas seguramente. Pero una muy importante y es la que me lleva a armarlo una y otra vez apenas empieza el Adviento, es la necesidad grande que tenemos de recordar este momento que partió la historia en dos.
El pesebre nos recuerda que somos infinitamente amados, y qué manera tan radical de comprenderlo que a través de la ternura de un pequeño niño bajo la mirada atenta y contemplativa de sus padres.
Me recuerda que yo también pude haber sido, y de hecho soy, un personaje más de aquel misterio. Un «pastorcito» más que hace una pausa de la locura y velocidad de este mundo para detenerse a adorar al rey de reyes.
Tener un pesebre en casa reanima los corazones de quienes nos visitan y llena de alegría nuestro hogar. Es una catequesis hecha imagen que nos hace recordar cuál es nuestro destino final, el cielo.
Este año, desde CatholicLink, queremos compartir con cada uno de ustedes la hermosa experiencia de armar un pesebre en familia, junto a los más chiquitines especialmente. Son ellos los que generalmente nos recuerdan la importancia de saberse pequeño.
Hemos preparado para ustedes una manualidad con mucho cariño para que cada uno y a su manera, ¡arme un pesebre muy especial!
Puedes descargarlo aquí. Encontrarás un pdf donde está el belén completo (es el que ves en las imágenes). Incluye a María, a san José, al Niño Jesús, a los tres reyes magos, dos pastorcitos, un burro, un buey y una oveja. ¡Es hermoso!
1. ¿Qué materiales necesitas?
Un corazón humilde y muchas ganas de pasar un buen rato en familia. Un poco de goma, tijeras, algunos cartones reciclados y una base para poder asentar cada uno de los personajes.
Empieza descargando este PDF adjunto. Luego pégalo en una cartulina, o en cualquier base para que las figuras queden fijas. Corta por los lugares indicados ¡y empieza a armar tu pesebre!
2. Decóralo
Aquí haz uso de tu creatividad. Nosotros utilizamos una vieja caja de libros y armamos una pequeña casita que fijamos con palitos de madera para bocadillos y algunas grapas.
Cortamos una pequeña estrella de Belén y lo tuvimos listo en minutos. Tú puedes usar telas, cintas, botones. Lo que se te ocurra para poder hacer un hermoso pesebre al niño.
3. Búscale un lugar especial
Coloca tu pesebre en un sitio especial de tu casa, uno que te recuerde el lugar que este misterio debe tener en tu corazón. No lo dejes olvidado en una esquina, ponlo a la vista de todos.
Que te llame a mirarlo en distintos momentos del día y por qué no, a contemplarlo en silencio y dejarte llenar por la presencia de este pequeño niño.
Nos encantaría que compartas con nosotros cómo quedó tu pesebre. Aquí te comparto el mío, mis niños lo llevaron por toda la casa, incluso para nuestra pequeña mascota fue inevitable no mirar a aquel pequeño niño antes de encontrar su lugar especial.
¡Feliz Navidad!
0 comentarios