

¿Te ha pasado alguna vez que te cuidaste de decir algo por miedo al qué dirán? ¿Sentiste alguna vez que no podías expresar tus opiniones públicamente? ¿Tuviste vergüenza de demostrar tus sentimientos ante los otros? En este video de Jubilee en Español podrás ver lo fácil que se hace expresarse detrás de una máscara, desde el anonimato.
Una observación muy importante: no estamos de acuerdo con lo que se expresa en el video. Con este artículo solo busco reflexionar acerca del sentimiento de aparente seguridad que nos brindan las máscaras que nos ponemos.
La libertad de expresión se reconoce como un derecho humano en virtud del artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Expresarnos nos permite decir quienes somos, relacionarnos con el mundo, demostrar lo que sentimos, mostrar nuestros corazones. Nadie puede negar el valor que tiene expresarse, tanto a nivel personal como en lo social.
En el ejercicio de la libertad de expresión hay que buscar siempre «no herir la dignidad fundamental de las personas y de los grupos humanos, y de respetar sus creencias religiosas» (Benedicto XVI, Discurso a una delegación de la Academia de ciencias morales y políticas de París, 10 de febrero de 2007).
Pero, ¿y en las pequeñas cosas? Aunque no lleguemos a sus límites, ¿somos capaces de hacer uso de este derecho todo el tiempo?
¿Máscaras = seguridad?
Como bien demuestra el video, hay cosas que jamás nos atreveremos a decir a menos que se nos asegure el anonimato. Pero ¿por qué? ¿Por qué encubiertos somos capaces de decir lo que a plena luz del día no diríamos? ¿Qué nos dan las máscaras, la oscuridad, el anonimato, los avatares, los perfiles en redes sociales que nos permiten hablar con «libertad»?
Lo que nos brinda el anonimato es un sentimiento de seguridad. Pero ¿a qué le tememos que vamos en busca de eso para poder expresarnos?
¿Es verdaderamente seguridad lo que experimentamos? ¿Somos verdaderamente libres si nos expresamos pero mantenemos oculta nuestra identidad?
O ¿máscaras = miedo?
En un mundo en donde se promueve la libertad de expresión en todos los ámbitos, donde se enarbola la bandera de la tolerancia y del respeto, del valor de las diferencias y de la heterogeneidad, nos escondemos detrás de una máscara en busca de seguridad por miedo.
Miedo al qué dirán, al compromiso con una idea. Miedo a ser consecuentes con lo que decimos, al rechazo, miedo a mostrarnos vulnerables, débiles y necesitados.
Anonimato y libertad
Existe el derecho a defender nuestra privacidad, sin duda. A mantener protegida nuestra identidad si está en riesgo nuestra integridad. Pero, ¿somos verdaderamente libres si no somos capaces de que nos identifiquen con una idea, un comportamiento, un sentimiento?
Este video me llevó a hacerme estas preguntas con respecto a la libertad. Me hizo darme cuenta de que si no es encarnada de lleno en mí, no hay libertad por la libertad misma, independientemente de un sujeto.
No soy más libre si me oculto detrás de una máscara para manifestar lo que hay en mi mente y en mi corazón. Es un sentimiento de una libertad aparente en donde puedo decir y hacer lo que quiero sin consecuencia alguna. Más que libertad, sería libertinaje.
El anonimato en el Evangelio
También me recordó aquel diálogo de Jesús con Nicodemo:
«La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios» (Jn 3, 19-21)
Pero también me recordó las palabras que escuchamos el Miércoles de Ceniza:
«Cuando des limosna, cuando ores, cuando ayunes… tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6, 1-18)
Entonces, ¿qué quiere Jesús de nosotros? ¿El anonimato? ¿O la luz? ¡Suena contradictorio!
Hijos de la luz
Siento este video, esta reflexión, como un llamado a dos cosas. En primer lugar, a la transparencia, a dejarnos atravesar por la Luz, a ser hombres y mujeres sin doblez como Natanael.
A poder decir sin miedo que no tenemos nada que ocultar, y que lo que se oculta es lo que está protegido por el valor tan íntimo que tiene. Un llamado a la simplicidad de los sabios, a vivir en virtud, sin temores de «ser descubiertos».
Un llamado a la unidad interior, a la coherencia de vida, a identificar lo que soy con lo que digo y hago. A vivir santamente sin detenernos en las frivolidades, sabiendo valorar lo verdaderamente importante de la vida, reconociendo los detalles de amor de Dios con nosotros. A ser cristales limpios por donde pueda pasar la luz de la Gracia.
Santo anonimato
También siento un llamado fuerte a la humildad, al silencio y al santo anonimato. No un anonimato en donde me escondo para ocultar mi pecado, sino aquel en donde la Gracia de Dios, que actúa en mí, embellece el mundo en el que vivo sin grandes pretensiones, sin esperar recompensas, sin esperar aplausos ni reconocimiento.
Llamado al anonimato de lo cotidiano, a no querer sobresalir, sino serle fiel al Señor diariamente, en las pequeñas cosas que me pide.
¡Manos a la obra!
Ahora, te invito a que trabajes conmigo, querido lector.
¿Sientes que tienes cosas que ocultarle a Dios, a ti mismo y a tus hermanos?
¿Te consideras una persona coherente?
¿Has tenido esa sensación de «huir de la luz»? O más bien, ¿sueles mantenerte en lo oscuro y oculto?
¿Qué cosas te atreverías a decir si utilizaras una máscara? Cuando las tengas, trata de pensar si son cosas buenas y edificantes a nivel personal y espiritual. ¡Anda! Escríbelas y entrégaselas a Dios. Él las conoce y las espera para transformarlas. ¡Verás qué paz sientes si te quitas la máscara con Él!
Pero también pregúntate:
¿Buscas el reconocimiento de quienes te rodean? ¿Has hecho obras buenas movidas simplemente por el deseo de ser gratificado? ¿Te gusta «figurar», ser nombrado, que te identifiquen con tales o cuáles actividades? ¿Te sientes inseguro y apegado al «qué dirán» de quienes te rodean? ¿Necesitas ser afirmado en tu autoestima regularmente para poder perseverar en tu apostolado o para poder ser fiel a lo que Dios te está pidiendo?
Ufff… ¡mucho trabajo! Seguramente se te ocurran muchas más preguntas con respecto a este tema. Ponlo en oración y deja todo en manos de Dios. Pídele que te guíe hacia una verdadera libertad interior, y verás que nada podrá robarte esa paz.
Te dejo las palabras de Jesús a Santa María Faustina Kowalska, hoy te las dice a ti. ¿Estás listo para dar este gran salto?
Santa María Faustina Kowalska, Diario #1685 (Como descansar en el Corazón de Jesús):
Hija mía, observa fielmente las palabras que te voy a decir:
no valores demasiado ninguna cosa exterior, aunque te parezca muy preciosa.
Olvídate de ti misma y permanece continuamente Conmigo.
Confíame todo y no hagas nada por tu cuenta y tendrás siempre una gran libertad de espíritu; ninguna circunstancia ni acontecimiento llegará a perturbarte.
No prestes mucha atención a lo que dice la gente, deja que cada uno te juzgue según le guste.
No te justifiques eso no te causará daño. Dalo todo a la primera alusión de petición, aunque fueran las cosas más necesarias;
No pidas nada sin consultarme.
Deja que te quiten incluso lo que te mereces; la estima, el buen nombre; que tu espíritu esté por encima de todo esto.
Y así, liberada de todo, descansa junto a Mi Corazón, no permitas que nada turbe tu paz.
Discípula analiza las palabras que te he dicho.
Artículo elaborado por Maria Del Rosario Spinelli
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