

Tiempo atrás vengo preguntándome de forma repetitiva algo que siento que se percibe cada vez más en la sociedad: ¿Se nos ha ido el amor? Y me pregunto esto haciendo referencia no simplemente al amor de unos enamorados, de una pareja, sino yendo más allá… hasta el simple amor que transmite un «Buenos días», «¿Estás bien?». Sí, ese amor simple, sincero, sencillo, bello.
Por gracia de Dios, este año se me ha dado la oportunidad de vivir en otro país (Cuba), otra cultura y otra manera de vivir la vida. Algo lleno de retos, desafíos y oportunidades enormes, pero volviendo al tema que nos atañe, vivir aquí me ha dado la oportunidad de observar más detenidamente los detalles de lo cotidiano.
Me he podido sentar en un parque en medio de quienes llegan buscando una conexión de wifi para hablar con sus amigos y familiares que viven en el exterior. De quienes con un parlante se reúnen a compartir una bebida, de los que simplemente se sientan a buscar una conversación y hasta de quienes están esperando un carro que por un milagro del destino vaya hasta donde ellos van… y es en ese lugar donde desde el silencio se puede comprender que más que haberse ido el amor, hemos deformado el amor.
Me atrevo a decirlo, aunque sé que muchos no piensen igual. Hemos deformado lo que es el amor, porque amar no es una simple rutina de conexión virtual de una o dos horas diarias en las que se habla solamente de lo que quisieras tener. El amor no se queda en perder tiempo con unos pseudoamigos, que perdón por la crudeza, a la hora de la verdad, nunca están.
¿Por qué se hace tan difícil entender que el amor crece y se alimenta cada día?
Algunos lo justifican con la creciente proliferación de redes sociales y tecnología, pero también le agregaría una falta de voluntad de cada uno de nosotros. Porque en mi opinión personal, es mejor compartir un café con un amigo, vecino, familiar… que mandar un mensaje virtual lleno de emoticones a la espera de interpretaciones personales.
Amar no se resume en un dibujo de un corazón o una carita sonrojada que lanza un beso efímero al aire. Amar es invertir tiempo en el otro, es entender que el otro hace de ti un «tú», es comprender que solo en la unidad con los demás es que comprendo mi propia personalidad, no hay otra manera.
Es mejor tener en las manos la posibilidad de acariciar a un pequeño, a una madre, a un enfermo, a una pareja, que la de cerrar la mano para defenderse en cualquier momento… ¿será que se nos ha ido el amor o lo hemos dejado ir?
La revolución del amor
Podría decirse que el mundo de hoy, en pleno siglo XXI, necesita una revolución. Una en la que todos se unan y sepan luchar de verdad hasta el final, una lucha llena de ideales realistas, un tanto poéticos y soñadores, pero una verdadera revolución en la que los líderes den a los demás una luz para caminar en la dirección correcta.
Una revolución que regrese al mundo un amor de verdad, como la revolución que hizo Jesús, un hombre que a nuestros ojos puede ser un poco difícil de entender. Que luego de enseñarnos a amar al «enemigo», nos hizo entender que en definitiva nadie es enemigo, sino tu amigo que se equivoca… esa revolución, después de 2000 años, es necesaria ahora.
¿Te animas a formar parte de la revolución? Es fácil, basta con que todos los días hagamos uno o dos gestos de amor por una persona distinta. Especialmente si es con quien más dificultad nos da hacerlo, un abrazo, ayudar en algo, decir algo lindo, saludar con sincero interés, interesarse por cómo va su día.
Ánimo que se puede, quién sabe si con esto estás transformando el mundo de alguien o el tuyo propio, no perdamos la oportunidad de amar y servir.
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