amor a los animales

Desde que soy muy chiquita siento un gran amor por los animales, por la naturaleza. Como se dice en mi país, siempre fui muy «bichera».

Por este amor a los animales, mi mamá siempre creyó que iba a ser veterinaria o bióloga. Ya que, por mi forma de ser, tengo la capacidad de sentir interés y encariñarme con cualquier ser vivo.

Por eso, este video que GOH creó para The Farmer´s Dog ¡me emocionó muchísimo!

Justo el otro día charlaba con una amiga sobre lo «loco» que nos resultaba el hecho de que nuestras mascotas estén tan vivas como nosotras. ¿No te resulta llamativo reconocer que en tu propia casa, o a tu alrededor, tienes seres no humanos que están tan vivos como tú? ¿Que conocen tu casa, saben donde encontrarte, reconocen a tus familiares? ¡Incluso pueden darse cuenta cuando estás feliz, triste o enfermo!

La verdad que es curioso, ¡pero Dios así lo ha querido! Y pensando en esto, recordé algunas cosas importantes sobre mi relación con los animales. 

¿Tan vivos como yo? 

Si bien es cierto que los animales, tus mascotas, las plantas, están tan vivas como nosotros (¡cuantitativamente hablando! ¿Acaso se puede estar medio vivo?), vale aclarar que no están vivos de la misma manera que nosotros (cualitativamente). 

Es cierto que Dios participa de su Ser a todos los seres que creó, pero lo hace de distintos modos según el fin para el que fueron creados, y por ende, según las actividades que realicen. 

En la filosofía se clasifican distintos tipos de almas (del latín: anima): el alma vegetativa, el alma sensitiva y el alma intelectiva. Estas corresponden a distintos grados de vida. 

Grados de vida

La más simple, la vida vegetativa, es aquella a la que pertenecen las plantas, que solo se nutren, crecen y se reproducen. Luego, la vida sensitiva, donde encontramos a los animales quienes son capaces de conocer a través de los sentidos, tienen apetitos y locomoción.

Por último, la vida intelectiva donde nos encontramos nosotros, los hombres. En esta se ven incluidas virtualmente la vida vegetativa y sensitiva para llevar a cabo las funciones vitales.

Todas estas funciones se realizan por medio de un órgano. Pero nuestra alma, el alma humana, tiene la capacidad de conocer y elegir voluntariamente de manera espiritual. 

¡A esto se refiere la Sagrada Escritura cuando nos dice que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios! Como hijos del Padre, a imagen de Cristo, Él nos creó con un alma espiritual capaz de conocerlo y amarlo libremente.

«¿Qué cosa, o quién, fue el motivo de que establecieras al hombre en semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de amor por ella; por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de gustar tu Bien eterno» (Santa Catalina de Siena, Il dialogo della Divina providenza, 13).

¿Qué lugar ocupamos en la Creación?

Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios ¡y allí radica nuestra dignidad! Por eso, como hijos Suyos, nos dio un lugar primordial en la Creación. 

Nadie menosprecia la hermosura y bondad de todo lo creado. Pero solo a nosotros, los hombres, nos ha llamado hijos suyos. Solo con nosotros es capaz de entablar una relación de amor. Somos los únicos seres visibles capaces de establecer una alianza de amor con el Creador. 

Fuimos su creación más importante y también la creación con mayores perfecciones y complejidad. Por eso somos el centro de la Creación y nuestra dignidad supera la de cualquier otra creatura. 

Administradores responsables

¿Esto significa que podemos hacer lo que se nos antoje con la naturaleza? ¡Claro que no! 

Si bien el Génesis nos habla de «someter» la tierra, como hijos de un Dios que es Amor, estamos llamados a obrar como Dios lo hace. 

Podemos someter, destruir, derrochar, maltratar… ¡pero así no es como actúa el Padre! 

Nuestra misión es ser administradores responsables del mundo que Dios nos confió. Esto significa ser inteligentes en el uso que le damos a los bienes que nos regaló para que todos se beneficien de ellos.

Y en todo esto ¿dónde cabe mi mascota? 

Pues tu mascota, como creatura de Dios, es un ser participado de las cualidades divinas: bien, belleza y verdad. Como tal y porque Dios lo hizo primero ¡es digno de ser amado! 

Si bien son seres más simples que nosotros, es hermoso poder contemplarlos y sorprendernos de la creatividad y amor que puso Dios al crear a estos animales. 

Como en toda la creación, en nuestros animalitos podemos llegar a contemplar algún rasgo de nuestro Creador: como el artista que deja su impronta en su obra de arte. 

¡Cuánto habrá gozado Dios al traer a la vida tanta hermosura!

«Toda criatura posee su bondad y su perfección propias […] Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas» (CATIC, 339)

Perro… ¿el mejor amigo del hombre? 

Si bien amo a mis mascotas, nunca deja de llamarme la atención el dicho que dice que “el perro es el mejor amigo del hombre.”  Puedo entender que, de todos los animales, el perro es el más compañero y cercano a la raza humana.

Pero el relato del Génesis nos dice que nada de lo creado hasta el quinto día, fue una compañía perfecta para el hombre, es por eso que puso a su lado a la mujer. 

¡No hay mejor compañía para el hombre que la misma humanidad! Por eso debemos tener presente que el amor y respeto por los animales, nunca debe sustituir ni disminuir otros vínculos más profundos, como los que podemos entablar entre hombres. 

Amor ordenado

Nadie dice que el amor a los animales está mal, que no debas querer a tu mascota. Los perros, los gatitos y otros animales, son fieles, compañeros, se alegran cuando nos ven, nos siguen de aquí para allá… ¡son incondicionales!

La propuesta es, por supuesto, seguir amándolos y respetándolos según la dignidad que el mismo Dios les dio, reconociendo la belleza y la bondad de la que participan por ser creaturas de Dios, contemplando a través de ellos (como a través de toda la naturaleza) el rostro misericordioso del Padre.

A continuación te dejo esta hermosa oración con la que el Papa Francisco concluyó su carta encíclica sobre el cuidado de la casa común «Laudato si». Te ayudará a dar gracias por toda la creación, tus mascotas y la naturaleza, dándoles el lugar que Dios pensó para ellas.

Oración por nuestra tierra

Dios omnipotente,
que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.
Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas
sin dañar a nadie.

Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos.
Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.

Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.
Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita.

Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz

Artículo elaborado por Maria Del Rosario Spinelli