

Amistad
Yo tenía tres amigos. Uno me regalaba plata. Era un buen amigo.
El otro una vez me puso la mano sobre la mano y me dijo:
— Si te matan, yo me haré matar por vos.
— ¿Por vos o con vos? —le dije—.
—Con vos—, Y no mentía.
El tercer amigo cuando iba a verlo se ponía alegre.
Yo también me ponía alegre. Y estábamos alegres todo el tiempo.
Era mi mejor amigo.
—Leonardo Castellani. «Fábulas Camperas».
Soy una persona muy amiguera
En cualquier momento le brindo mi amistad a cualquiera que sea ligeramente amistoso. Hace 17 años me fui del pueblo en el que nací y en mi nueva ciudad tengo un círculo de amigos a los que aprecio y con los que (como dice el cuentito del inicio) me pongo alegre cada vez que estoy con ellos. Así que se puede decir que tengo una buena cantidad de extraordinarios amigos.
Pero hay amigos que tienen un lugar especial en el corazón de cualquiera, y esos amigos son los amigos de la infancia. De esos conservo bastantes, no todos los que quisiera porque la distancia, el tiempo y la muerte se han llevado a algunos más allá de donde uno pueda recuperarlos: de los que sé positivamente que están vivos, no todos tienen redes sociales, no son activos en ellas, o no todos sienten la misma alegría que yo con el reencuentro posible.
Las verdaderas amistades no mueren nunca
Las amistades tienen que ser cultivadas y mantenidas. No podemos esperar que la amistad siga sin un ejercicio de la voluntad y de otras grandes virtudes, como la paciencia, la constancia, la lealtad etc. La frecuencia en el trato es una de las características que ayuda a cimentar mejor las amistades.
Pero eso no quiere decir que las amistades mueran si no vemos al amigo. En muchos casos, cuando por cuestiones ajenas a la amistad los buenos amigos se separan, el reencuentro es una experiencia maravillosa, que devuelve a la amistad toda su antigua cercanía, pero aumentadas por la nostalgia, por la alegría del reencuentro y por las miles de anécdotas que surgen de haber pasado tanto tiempo lejos.
Un reencuentro y la amistad donde había quedado
Hay personas que nos reviven recuerdos que nos hacen bien. Cuando me pidieron que escribiera un artículo sobre el video que enseguida te voy a compartir, me había pasado algo singular. Un compañero mío de casi toda mi infancia y adolescencia me contactó por Facebook primero, y después por Whatsapp.
No estaba entre mis mejores amigos de la infancia, pero sí era uno muy querido. Nos encontrábamos casi siempre en la casa de otros amigos (uno de los que falleció), pero rara vez lo invitaba a mi casa, y rara vez él me invitaba a la suya. Aún así nuestros encuentros eran siempre divertidos, y estábamos siempre alegres.
Hacía algo así como treinta años que no tenía idea de lo que había sido de la vida de Luis, y de pronto, a raíz de una publicación mía en Facebook, retomamos contacto. De pronto, fue como volver a tener 16, 17 años, pero con madurez. Volvimos a hablar de muchos temas, de viejos conocidos, y de viejos desconocidos.
De nuestros valores en común y de lo que no compartimos del todo. Y me di cuenta que a tantos años de distancia, la amistad continuaba exactamente en el punto que la habíamos dejado. ¡Parecía que no hubiera pasado el tiempo! Hablamos, pensamos y discutimos de muchas cosas, pero cada vez que me llegaba un mensaje de Whatsapp de Luis, lo iba a leer, sabiendo que en cada mensaje intercambiábamos la alegría del reencuentro.
Un video inspirador
El video que hoy te comento tiene un poco de esto: dos amigos que se separan en la adolescencia por una mudanza, se buscan y se reencuentran en las redes sociales, y retoman su amistad con un gesto que hacían cuando eran adolescentes: iluminar la ventana del otro con una linterna.
Además del lenguaje simbólico, y la música (ambas preciosas) la frase que cierra la publicidad es un resumen genial de lo que te quiero contar, dice: «Las relaciones humanas son la fuente principal de nuestra alegría». ¡Y naturalmente que sí!
Nuestros amigos nos hacen bien, y nos hacen sentir alegres, felices, plenos. Y cuando los reencontramos luego de una larga separación, esa alegría se multiplica.
La amistad es un don de Dios
Nuestros amigos son regalos de Dios, y como tal tienen que ser cuidados. Si un amigo me lleva hacia Dios, es un buen amigo, y si un amigo me quisiera llevar lejos de Dios, debo hacer todo lo posible para traerlo de nuevo hacia Dios.
Una conocida canción de «Los Enanitos Verdes» dice: «Un amigo es una luz, brillando en la oscuridad», y realmente cuando estamos tristes, acongojados, dolidos, no podemos encontrar mejor remedio que la amistad sincera. Una pena compartida es media pena, y una alegría compartida es doble alegría.
La amistad, decía santo Tomás de Aquino, es uno de los mayores consuelos en la tristeza. Y no es para menos, ya que Dios nos da a nuestros amigos para que estemos alegres. El Papa Francisco dijo a los jóvenes en Paraguay:
«La amistad es de los regalos más grandes que una persona, que un joven, puede tener y puede ofrecer. Es verdad. Qué difícil es vivir sin amigos. Fíjense si será de las cosas más hermosas que Jesús dice: «Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre» (Jn 15,5). Uno de los secretos más grandes del cristiano radica en ser amigos, amigos de Jesús».
Podríamos evaluar personalmente: ¿Cómo cuido de mis amistades? ¿Soy un buen amigo que conduzco a mis amigos a Dios? ¿Qué tan amigo soy de Jesús y de los santos?
Que bella descripción de la amistad, estoy viviendo esa experiencia con mis amigas de colegio muchas estudiamos juntas desde los 6 años y con otras desde los 11 años y nos hemos reencontrado virtualmente con muchas después de casi 55 años .