Soy de la época de los primeros 150. Coleccioné álbumes, «tazos» (piezas redondas que venían en los paquetes de chizitos, papas fritas y demás snacks) y muchas aventuras. Todos los días veía la serie. No era posible perderme un solo capitulo. Ash y sus dos amigos, Misty y Brook eran mis ídolos. Llegué a detestar al Equipo Rocket y sus artimañas. Jugué al videojuego PokemonBlue en GameBoy.

Fui de los que entendieron, casi al final de la serie, que Pikachu era el «Pokémon especial». No por ningún superpoder, o en realidad sí, el superpoder que tenía era el de la amistad y la fidelidad a su entrenador. Eso era lo que lo hacía tan especial. Te confieso que me quedé en los primeros 150. No te voy a mentir, pasaron los años, crecí y dejé de seguirlos. Crecí y me costó aceptar el Pokémon, las películas en 3D y todos los demás Pokemones que llegaron. Crecí y casi me olvido de todo lo que me enseñó esta serie. Tal vez te preguntas:

«¿En serio te enseñó algo Pokémon?» — se extrañaría alguno.
«¿En serio recuerdas tantas cosas?» — se indignaría otro.
«¿Es en serio que hay alguna relación con la pornografía?» — se rascaría la cabeza el de por allá.

A todas estas preguntas te respondo con un rotundo: SÍ. Es en serio, hoy elijo responderte esta última pregunta y si el tema te causa más curiosidad aún, la conferencia ¿Cansado de caer en pornografía y masturbación? puede ayudarte a esclarecer cualquier duda. Sin más rodeos, me gustaría compartirte la relación que descubro entre la pornografía y Pokémon.

1. ¿Qué puedo tener en común con un Pokémon?

Ya sea que estés familiarizado con la serie o no, verás: análogamente, los Pokémones podríamos ser cada uno de nosotros, los seres humanos. Cada uno de nosotros, como cada Pokémon, tiene una historia. Cada uno tiene un nacimiento, tiene dones, tiene capacidades particulares. Y a medida que crece, puede ir descubriendo esas capacidades y utilizándolas para el
bien suyo y de los demás.

¿Hasta ahí me sigues? Así es, cada Pokémon ha nacido con una misión. Cada Pokémon, podríamos decir, es «único». En la medida que gana batallas y confianza en sí mismo, evoluciona, crece y brotan de él nuevos poderes. Poderes desconocidos hasta ese momento. Desconocidos para propios y extraños.

¿Vas viendo algún parecido con los seres humanos? Resulta magnifico lo que pueden generar las competiciones, las batallas ganadas (y perdidas), el aliento del entrenador y la apuesta por cada uno de ellos. Resulta hermoso para el ojo atento, observar cómo cada uno de los Pokémones comienza siendo una inofensiva mascotita, tierna y dulce, y con el paso del tiempo puede transformarse en un excelente guardián, protector y guía.

Bueno, ¿y a dónde voy con todo esto? Cada uno de nosotros, seres humanos, así como un Pokémon, tenemos una misión, dones y capacidades. Tenemos «superpoderes» que pueden brotar para el bien personal y de los demás. Sin embargo, es aquí donde entra la pornografía a tallar en dos sentidos.

2. ¿Cómo actúa la pornografía?

El primer sentido es que la pornografía puede llegar a cortar de raíz la evolución y el crecimiento del «Pokémon». Aquel que «se perfilaba» para ser un gran luchador, con grandes poderes de agua, fuego o aire. O aquel que se perfilaba para ser un gran abogado, maestro, religioso o doctor. O más aún, padre o madre de familia, puede ver frustrada su misión debido a que la mala hierba de la pornografía le impidió crecer, desarrollarse y evolucionar.

Era muy triste ver que un Pokémon se quedaba estancado o no lograba ser aquello que muchos esperaban y necesitaban que fuera. Te decía que la pornografía entra a tallar en dos sentidos. Y en segundo sentido, propositiva y metafóricamente hablando, una excelente manera de ir venciendo este vicio es incentivando a que el «Pokémon» (cada ser humano) enfrente batallas a las que generalmente le huye, sea por miedo o desconfianza, sea por temor a fallar o vaya a saber uno qué otro pensamiento tóxico.

Así es, una de las maneras más potentes de ir venciendo el hábito de la pornografía, es ayudando a que la persona se anime a arriesgar, a acertar o equivocarse. A seguir perseverando, a enfrentar nuevos horizontes, a hacer cosas que creía «imposibles». De esa manera será capaz de verse y darse cuenta de que «sí soy capaz», que «no soy tan malo o inútil como creía o me habían dicho».

3. Vencerse a sí mismo y al rival

Sí, recuerdo con grato cariño y emoción las veces en que el Pokémon se vencía a sí mismo y al rival, y evolucionaba. El momento de la evolución no pasaba desapercibido, todos lo miraban con asombro y orgullo. Y un gran resplandor de luz iluminaba la pantalla. Todos expectantes, queríamos estar en primera fila para presenciar a ese nuevo ser que, en realidad seguía siendo el mismo, solo que más completo.

Sí, recuerdo las veces en que un entrenador confiaba y apostaba por un nuevo Pokémon y este daba todo de sí en la arena. Él crecía, su entrenador crecía, todos crecían. Y en la medida que el Pokémon evolucionaba, brotaban de él nuevos poderes que nadie conocía hasta ese momento. Ni él, ni su entrenador, ni los demás Pokémones.

Y así, por mencionar algunos, un miedoso «Charmander» se convertía en un ágil y astuto «Charizard». Un divertido e inofensivo «Squirtle» se convertía en un desafiante y temible «Blastoise». Y un inseguro y desconfiado «Bulbasaur» se convertía en un potente y vigoroso Venusaur. Así es, las evoluciones y los crecimientos no eran fáciles ni cómodos. La confianza brotaba luego de duras batallas y vencimientos arduos, pero llegaban.

Un Pokémon dejaba atrás su pequeño tamaño porque se arriesgaba. Ensanchaba su espalda porque decidía enfrentarse a algún temible rival. Adquiría mayores poderes porque aceptaba que estaba ahí no para quedarse en ese nivel, sino para
elevarlo y ganar las competencias.

Sí querido lector. Hoy Pokémon nos regala una hermosa lección. Lección de superación y crecimiento. Lección de vencimiento personal y confianza en uno mismo. Lección de dones y misiones. Es por eso que, con tu permiso, me animo a preguntarte: Tú, ¿estás listo para evolucionar?

Artículo elaborado por Matías Conocchiari.