Aún sin terminar de salir de un estado que no solo me llena de angustia sino también de profunda tristeza y frustración, me encuentro con un comercial pro vida de hace unos meses atrás que me hace reflexionar sobre un par de imágenes que son repetitivas, la de una madre que pierde a un hijo a causa del aborto y el dolor que esto causa. Muchos de los comerciales pro vida apelan a esta imagen. Nos conmueven, y eso está bien. Pero, ¿realmente estamos viendo lo que sucede o nos estamos quedando en un argumento puramente sentimental?

Ideologías que no nos permiten ver con claridad

En un post del Arzobispo Robert Barron, que pueden leer en su totalidad aquí, encontré estas palabras precisas: «Una ideología, en sentido negativo, es un marco conceptual que nos ciega a la realidad. El propósito de todo sistema de ideas, por supuesto, es el de dar luz, el de traernos más cerca a la verdad de las cosas, pero una ideología hace lo contrario, oscureciendo con éxito la realidad, distanciándonos de la verdad». Es frecuente que caigamos en un sistema de ideas que no nos permita ver la realidad, incluso cuando perseguimos causas nobles.

Cuando una vida se acaba a través de un aborto no se trata «solo» del horror de desmembrar a un bebé. No se trata «solo» del «derecho» como mujer de solicitar la muerte de tu hijo (de solo pensar me dan escalofríos) para poder vivir la tuya a tu manera. No se trata solo de limitar el derecho a ser padres a la decisión de la madre porque ella es la que lleva el niño en el vientre. No se trata solo de hacer a un lado el derecho a la paternidad. No se trata solo de redefinir la ley como me de la gana. No se trata solo del dinero y los intereses políticos detrás.

Abriendo la puerta al caos

La puerta que se abre, cuando rompes algo tan íntimo y sagrado como la vida de un inocente, conduce inevitablemente, como afirma el Arz. Barron, al caos. Al caos y a la decadencia del ser humano. Un ser humano que, ideologizado, cree que ha conquistado un derecho, cuando en realidad ha conquistado su propia ruina. Y no solo se trata de esos seres humanos, allá lejos, en New York. Esos malvados que se regocijan y aplauden la matanza, así como si aplaudieran el inicio de la temporada de caza. No solo son ellos (y yo no) los que caen en decadencia. ¡Caemos todos!

Bueno fuera que todo se tratara de un sentimentalismo, casi como el de este comercial pro vida, que apela al amor y a la imagen casi poética de la pérdida de un hijo. No se trata de la muerte de un hijo «solamente», no se trata de las lágrimas, de los abrazos que jamás se van a dar, ni de los juegos, ni de las sonrisas, ni de los «te amo» que no se pronunciarán.

No es solo la vida de niños y niñas que no verán la luz, no solo se trata de la masacre de inocentes consentida por una humanidad que cree tener derecho a hacer lo que le de la gana. Se trata de la ruptura intencional de lo humano. Una ruptura que trae consecuencias para todos, que abre puertas a lo inimaginable. Si es legal descuartizar a tu hijo…por qué indignarme con las demás injusticias.

Lo que ha sucedido en NY con la nueva ley de aborto, es demasiado grave. No podemos quedarnos quietos, escribiendo solo un post y compartiéndolo. Hay que hacer más a todo nivel, desde lo profundo personal, hasta la acción conjunta como sociedad. Pero sobre todo tratar de volver a lo relacional. A la relación que nos une unos a otros, a la relación primera de la que renegamos pero que fue amorosamente reconciliada. Hoy se hace urgente volver a la relación con Dios.