Paul Gustave Doré fue un ilustrador, pintor y escultor francés del siglo XIX. Entre su inmensa y muy variada obra artística destacan las ilustraciones que hizo de la Biblia en 1896. Desde mi punto de vista son trabajos de gran calidad que transmiten con mucha fuerza y elegancia el gran misterio de la presencia de Dios entre los hombres. Es por esta razón que creo que las ilustraciones de Doré pueden ser muy útiles para la evangelización en nuestros días. Muchas de las imágenes de Cristo que vemos en las redes sociales y en los blogs que frecuentamos son demasiado nuestras, como proyecciones de ideales meramente humanos: Cristos perfectos, juveniles y de buen aspecto, con mirada alegre e ínfulas de seguridad. No quiero ser demasiado crítico porque considero que quienes los realizan o los comparten tienen las mejores intenciones, pero vale la pena preguntarnos si es que no hemos domesticado demasiado la imagen del Señor.

Las ilustraciones de Doré son distintas. Cada uno tendrá impresiones diversas pero a mí me producen curiosidad, veo a un Jesús humano pero difícil de categorizar, que impresiona a quienes se encuentran con él y cuyos actos dejan una estela de incerteza y perplejidad. Rezar delante de estas imágenes me hace experimentar un poco lo que Nicodemo, la Cananea o la Mujer Samaritana sintieron al encontrar a Jesús, me invitan a preguntarme: «¿Quién eres Señor? ¿Qué quieres de mí? Porque descubro que tus pensamientos no son los míos». Me pasa exactamente lo contrario cuando veo las imágenes de Cristo que encuentro en las redes sociales. No me generan interés, la mirada «cool» no me invita a querer adentrarme en ella ni a querer hacerle preguntas importantes, es como si yo pudiera intuir todas las respuestas y los consejos que esos Cristos tienen para mí. Es fácil domesticarlos, acostumbrarme a ellos, aburrirme, hacerlos desaparecer de mi vida.

¿Y si probamos con Doré? Ahí va.

(Las imágenes están cronológicamente ordenadas)