7 dolores de la Virgen

Puede ser que tengamos presente a la Virgen en muchas festividades, pensar en las advocaciones. Además, hace poco celebramos la Natividad de la Virgen y su Dulce Nombre, pero a veces —o por lo menos a mí— es difícil pensar en ella en su sufrimiento, en sus dolores. En la Iglesia católica tenemos la tradición de contemplar los 7 dolores de la Virgen y quiero compartirlos hoy contigo.

Cuando llegué a España, conocí esta devoción, que despertó en mí un profundo deseo de conocer y acercarme más a la Virgen. ¡Quiero contarte en qué consiste!

Leamos juntos lo que nos dice el Evangelio y abramos el corazón para lo que Dios nos quiere decir con esta preciosa devoción.

Primero de los 7 dolores de la Virgen: la profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús (Lc 2, 21-35)

7 dolores de la Virgen

Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción. Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor». También debían ofrecer un sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel

El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Quédate un momento delante de esta imagen, el primero de los 7 dolores de la Virgen. Después de leer lo que nos dice el Evangelio, piensa en lo que Dios te dice a ti. En el Evangelio podemos ver la felicidad de la Sagrada Familia y el cumplimiento de la Ley.

También nos encontramos con la felicidad de Simeón al ver cumplida la promesa de Dios. El Espíritu Santo es nombrado dos veces en este Evangelio y vemos cómo mueve a Simeón, ¿con qué te puedes relacionar tú?

Yo me quedo con las palabras de Simeón y su alegría al ver cumplidas las promesas de Dios. Ya puedes dejar a tu siervo descansar en paz. Este es el resultado de una vida bien vivida, una vida que ha cumplido la misión de darle Gloria a Dios. Yo le pido a Dios que cuando sea el momento, también pueda repetir estas palabras.

La huida a Egipto con Jesús y José (Mt 2,11-16)

(Los Magos) Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino. Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.»

El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos.

Veamos la obediencia de José, el Ángel le dice huye a Egipto y él lo hace. Piensa en el dolor de María al escuchar que quieren matar a su dulce y precioso niño. Imagínate el dolor de cualquier madre, pero ahora el dolor de la Sagrada Familia. No han tenido donde nacer el Salvador del mundo, y ahora tienen que huir del peligro de la muerte.

No han tenido mucho descanso, María y José. Desde la misma Encarnación han sufrido. Pero, al mismo tiempo, han visto y escuchado como Dios permanece con ellos y es fiel a lo que les ha prometido.

La pérdida de Jesús (Lc 2, 41-51)

7 dolores de la Virgen

Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas.

Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

Este dolor está acompañado de la confianza tanto de María en el plan de Dios como en Jesús a sus padres terrenales. La angustia de no encontrar a Jesús debió inundar el corazón de José y de María. Y la respuesta de Jesús al encontrarlo dejó al descubierto el dolor de reconocer que la voluntad de Dios no era darles un hijo sino dar a Su Hijo para la salvación del mundo entero.

Jesús fue el Niño de María y Ella debió amarlo con todo su corazón, pero darse cuenta de la misión de ese Niño hacía que no fuera solo suyo.

Un gran dolor debió sentir la Virgen, cada vez que se daba más y más cuenta que ese adorado Niño venía a cumplir, a plenitud la voluntad del Padre.

El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario (IV Estación del viacrucis)

7 dolores de la Virgen

«En la subida al Calvario Jesús encuentra a su madre. Sus miradas se cruzan. Se comprenden. María sabe quién es su Hijo. Sabe de dónde viene. Sabe cuál es su misión. María sabe que es su madre; pero sabe también que ella es hija suya. Lo ve sufrir, por todos los hombres, de ayer, hoy y mañana. Y sufre también ella» (Via Crucis del Vaticano)

Este encuentro, aunque no queda detallado en la Sagrada Escritura, podemos intuir que en el camino de la Cruz, siguiendo los pasos de su Hijo, iba María llena de dolor. Este camino debió ser eterno para ella, ¡cómo debió llorar María pisando los pasos ensangrentados de su amado Hijo!

¿Te puedes imaginar el dolor de María acompañando a Jesús en ese camino de dolor?, ¿puedes imaginarte el dolor de Jesús al ver sufrir a su madre? ¡Qué este dolor compartido, que unió los corazones de Dios y de la Virgen Inmaculada nos ayude a abrir los ojos ante el dolor de los que sufren!

La crucifixión y la agonía de Jesús (Jn 19, 23-26)

Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca.» Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»

Observa esta imagen por unos segundos, entra en la escena y dime ¿crees que hay un dolor más grande? Mira a la Virgen, en silencio, llorando y sufriendo, viendo a su precioso Niño ser ultrajado, irrespetado, odiado y despreciado por tantos. Piensa que ella sabía que Él se entregaba por amor a todos.

Ella estaba viendo cómo reciben ese amor que Él daba. Piensa en la cantidad de veces que, tal vez, tú también has despreciado el amor de Dios, que has rechazado la Cruz o has huido, como lo hicieron los discípulos.

La Virgen, al lado de su Hijo, lo ha visto todo. Sigue viéndonos y, aunque le duele nuestra falta de amor, Ella como la llena de gracia, transforma ese dolor en amor maternal y sigue intercediendo por nosotros.

La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto ( Jn 19, 32-34 y Mc 15, 42-46)

Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.

Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Se extrañó Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro.

Ya había expirado Jesús, ya el dolor de la Virgen era enorme. Piensa por un momento en este nuevo golpe que le damos al corazón de esa madre. Su Hijo, colgado en un madero, muerto, de la manera más cruel y dolorosa, no descansa ni un minuto y ya le están traspasando el corazón.

Esa lanza hirió también el corazón de María. Después de ese dolor abrir sus brazos y sostener el cuerpo sin vida de su Niño, creo que es indecible lo que debió sufrir en ese momento.

Pero ahora, además de todo, van a empezar el Shabat y tienen que llevárselo. No pudo quedarse un rato con Él, limpiarlo, mirarlos, contemplarlo

, sino que lo entregó para que lo llevaran al sepulcro. Imagínate caminar con ella, seguir los pasos, llenos de lágrimas de Nuestra Madre.

Séptimo y último de los 7 dolores de la Virgen: El entierro de Jesús y la soledad de María (Juan 19, 38-42)

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

Y ahora sí, pudo descansar, dejó a su Niño envuelto. Piensa que en ese momento María, después de un día lleno de dolor y sufrimiento, cae en cuenta que Jesús ya no está. Ya no camina entre los vivos del mundo, que se ha ido y la ha dejado. Se da cuenta de que José tampoco está para acompañarla. Ahora depende del discípulo amado, de Juan y en él—de ti y de mi— para acompañarla y consolarla.

Muchas veces pudo preguntarse «¿por qué?», pero siempre confió en Dios Padre. Ahí en esa soledad nos podemos unir a la Virgen y pedirle que interceda por estos hijos que hemos fallado. Hijos que hemos hecho sufrir a Jesús, que lo hemos clavado en la Cruz con nuestros pecados. Pero venimos a suplicar ante Ella, que es puerta del Cielo, para que nos lleve al encuentro de con su Hijo amado.

Estos son los 7 dolores de la Virgen, nuestra Madre. Espero que puedas unirte a ella en oración. Y, así, que puedas acercarte a este misterio enorme del dolor y el sufrimiento que causan nuestros pecados.

Pídele a María que te ayude a caminar como Ella, cerca, muy cerca de Jesús. Dile que quieresaprender a no renegar ni rechazar tu cruz, sino que la puedas acoger con amor y sencillez. Ella supo que iba a sufrir y no rechazó el plan de Dios… y, por su sí, trajo la salvación del mundo.

Comparte estos 7 dolores de la Virgen con todas las personas que quieras. Contempla con amor lo que Dios ha hecho y sigue haciendo a través de ese sí perfecto e inmaculado de la Virgen, Madre de Dios y Madre Nuestra.

Ilustraciones Belem Gallaga