

Es verdad que las películas de espías, tiros y persecuciones (como la trilogía de Bourne) poco tienen que ver con la fe. Pero está bueno, después de ver uno de esos filmes, tratar de analizar si en alguna parte de la película hubo algún elemento que vale la pena rescatar.
Hace poco vi por primera vez las tres películas de la década pasada sobre el súperagente Jason Bourne. Las 3 son muy parecidas. Jason (Matt Damon) no tiene memoria. Se encuentra en alguna parte del mundo (siempre alguna ciudad increíble), no recuerda quien es, y alguien está intentando matarlo. Simple y funciona en los tres casos. Sabemos que no se va a morir, porque, duh, es una película, pero el director logra maquillar todo de manera tal que la trama te envuelva y entretenga por esa hora y cuarenta minutos que dura cada película.
Ahora bien. Si se miran las 3 como una sola gran película, hay unas cosas que vale la pena rescatar para tener en cuenta en nuestra vida como católicos:
1. Ama lo que eres y tus circunstancias
Las tres películas gritan esto a puro pulmón. Jason (que en realidad se llama David) no puede renegar de su pasado. Sus acciones lo definen, lo hicieron quién es al principio de la trilogía, lo que entendemos como “su presente”. Y así nos pasa a nosotros. De nada nos sirve quejarnos de las cosas que nos pasan o nos dejan de pasar. Renegar de las cosas pasadas nos impide disfrutar de las presentes y nos nubla la vista sobre las cosas futuras. Revelarse contra lo que uno es, básicamente, es una manifestación de que no estamos contentos con alguna decisión que tomamos en el pasado y nos trajo a ese presente del cual nos quejamos. Los errores nos definen tanto como los aciertos. ¿Cómo? Pues en la manera en la que los solucionamos. Al reconocer un error: ¿nos quejamos de él?, ¿o lo tomamos como una lección de vida para evitar volver a cometerlo? Me parece que Jason es bastante cabeza dura… tendré que ver las dos siguientes para saberlo.
2. Los errores definen, no determinan
Es fácil caer en la tentación de que no tenemos solución. De que por tener tal o cual defecto no vamos a salir más adelante. Mentira. Un error no es algo que se pega a nosotros y nos domina por completo una vez que nos agarró. No. Los errores, como dije, son cosas del pasado. Pasaron en el pasado y ahí se van a quedar. “Pasado pisado” dice el dicho. Es importante entender esto. Los errores no te determinan como persona. Tú no eres tus errores. Tu eres un hijo de Dios susceptible a la posibilidad de equivocarte. Pero parte de la grandeza del amor de Dios por sus hijos radica en darles la posibilidad de levantarse después de una caída y aprender de ella. No te quedes en el pasado, vive en el hoy y te encontrarás amado por Él, que amó hasta el extremo. Jason demuestra esto. Si sus errores lo hubieran determinado, Bourne hubiera matado a cuanto agente de la CIA lo perseguía para matarlo, pero no. Una vez que tomo conciencia de quien era y quien fue, el héroe de la historia deja de matar por matar. No lo ensalzo, es un personaje que se puede cuestionar, pero en las 3 películas se ve que lucha contra ese error que él mismo cometió.
3. La facilidad de echar culpas
Esto es más fácil de ver en la tercera película. Jason culpaba a los creadores de Treadstone de hacerlo. Pero es el Dr. Albert Hirsch (Albert Finney) el que le recuerda que fue él y solo él quien se metió en el programa y renunció a su identidad como David Webb para ser Jason Bourne. Nadie lo coaccionó para que lo hiciera, él entregó su placa. Pero la verdad es que es mucho más fácil culpar a los demás, ¿no? «Él me hizo hacerlo», «es que ella me obligó», «no me dejaste otra opción», etc. Está bueno hacer un mea culpa y ver que parte de la culpa es propia y que no. Porque tampoco vas a cargar con los errores de todos, ni que fueras Jesús 😉
4. La verdad no se esconde para siempre
Toda la trilogía es una búsqueda incesante de la verdad por parte de Bourne. Hay veces que el soldado baja los brazos y quiere quedarse en la comodidad de no hacer nada, pero las circunstancias lo siguen invitando a que se siga acercando a la verdad, hasta que finalmente lo hace. Nosotros estamos llamados a esto, a iluminarnos en Cristo, camino, verdad y vida. Quedarnos quietos es retroceder. «Un pez que no nada en contra la corriente, es porque está muerto». No hay que morir en el interior. Movernos, constantemente, hacia la verdad. De eso se trata.
5. La ceguera del egoísta
La disputa por el poder es una que data desde que Adán y Eva mordieron la manzana para “ser como dioses”. Esa sed de poder es la fuerza que impulsa a actuar a las personas en las 3 películas. Bourne y las personas que se fueron sumando a su causa son la piedra en el zapato que les impide alcanzar sus objetivos y, como solución obvia, se los quiere matar. ¿No te suena? En una cultura tan erotizada como la nuestra, un bebé que nace es un obstáculo para disfrutar de una “one night stand”. Son piedras en el zapato de esa persona que busca el placer, entonces el aborto se vuelve la solución del problema. Tolstoi lo dijo muy bien: «El hombre quiere gozar, y cierra los ojos a la ley de la naturaleza. Nacen los hijos, y son un obstáculo para el placer. Entonces el hombre, que sólo busca el placer, idea medios de evitar este obstáculo». Esto se explica con la ceguera que produce el egoísmo. Porque un egoísta es esa persona que solo se ve a sí mismo y, en consecuencia, deja de ver a los demás. Es por eso que no podemos amarnos más que a nuestros prójimos, sino en la misma medida.
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