Honrar a los difuntos es un acto que encierra respeto y caridad. Recordar a los que ya nos han dejado nos permite tener presente que todos estamos llamados a servir al Señor.

Es una oportunidad también para traer al pensamiento los buenos momentos que se compartieron con esa persona y agradecerle a Dios por todas las bondades y gracias que le otorgó en vida.

Hoy queremos compartir contigo cuatro formas de honrar a los difuntos. Es un día muy especial para recordar la misericordia y el amor de Dios.

1. Rezar por ellos

Los primeros cristianos ya rezaban por los que de entre ellos habían dejado este mundo. Recordaban a sus mártires en asamblea y tenían certeza, gracias a la enseñanza Evangélica reforzada por San Pablo, de que la muerte no tiene la última palabra, sino que el cielo nos está preparado y esperando.

Cuando rezamos por nuestros difuntos le pedimos a Dios que perdone los pecados que cometieron, les purifique y les tenga en cuenta sus buenas obras. Para que, cuanto antes, lleguen al cielo. Además la oración nos pone en contacto con ellos y alimenta nuestra esperanza de que algún día nos reuniremos en el cielo.

2. Ofrecer la Santa Misa

Es una preciosa tradición que hemos de guardar y potenciar cada vez más, no solo por los difuntos sino por nuestros amigos y familiares. En cada Eucaristía obtenemos un fruto general para toda la Iglesia, un fruto especial para los que están participando de la misa y un fruto particular que puede aplicar el sacerdote «in persona Christi Capitis» por una intención en concreto.

Tenemos que aprovechar este último fruto para que toda la fuerza de la Eucaristía recaiga en salvación de quien nos ha dejado. Es la mayor muestra de amor que podemos hacer por esa persona.

3. Visitar la sepultura

Aunque el cuerpo yace sin vida en su tumba, los cristianos sabemos que al final de los tiempos nuestros cuerpos resucitarán. Y la misma carne que ahora descansa será de la que disfrutemos todos en los nuevos cielos y la nueva tierra.

Así nos lo describe el Evangelio como un tremendo milagro que no nos cabe en la cabeza pero que nos alienta y anima. De este modo, ir al cementerio nos ayuda a mostrar el aprecio a nuestros familiares y amigos, pero también alimenta nuestra esperanza. Puede ser un momento edificante el rezar un Padre Nuestro, un Ave María o una oración especial junto a toda la familia en la tumba de quien ya nos dejó.

4. Recordar lo que nos enseñaron

Nuestra misma fe la recibimos de otros. Acordarnos de la fe de los que estuvieron antes que nosotros, de sus enseñanzas, las oraciones que nos transmitieron y sobre todo, de su ejemplo de vida, nos construye a nosotros y también a los más jóvenes.

Estas cuatro claves nos harán vivir en profundidad estas fechas del mes de noviembre. Para terminar te dejo esta infografía con otras recomendaciones que puedes seguir.

Artículo elaborado por el Rvdo Óscar Torres Manzanares.